Quinua, leche, carne de llama y quesos de oveja son los principales productos que durante años han sido el sustento de los aymaras que viven cerca de Challapata (Potosí), un pueblo de 20 mil habitantes y diez policías; a poco más de 100 kilómetros de Colchane en la frontera con Chile.
De este pueblo son los soldados, Augusto Cárdenas García (19) José Luis Fernández Choque (18) y Alex Choque Quispe (19), todos conscriptos del regimiento “Satinadores de Montaña Méndez Arcos”, emplazado en esa localidad. Los tres, retenidos en Iquique, son el motivo de la nueva crisis diplomática entre ambos gobiernos.
Argumentos. La frontera entre Chile y Bolivia cubre una distancia de 850 kilómetros, llena de caseríos o pequeñas aldeas metidas en quebradas que rozan los 4.000 metros de altura.
El límite entre uno y otro país está marcado por torretas de fierro, o “hitos” dispuestos esporádicamente en la zona. Hay 80 pasos fronterizos en la zona cercana a Iquique, pero solo Colchane tiene control habitual.
Puede que los soldados no sepan de geografía, pero sí saben de cerca cómo es el negocio del contrabando de vehículos usados, que se ha convertido en una importante fuente de ingresos para la gente de Challapata. Aquí una familia puede guardar hasta 15 autos en garajes improvisados en sus casas, y luego los venden en la feria dominical, donde un BMW, una van Mazda y los Toyota Rav4 se venden al lado de los productos agrícolas y el ganado.
Entre chutos y robados. Los autos no son necesariamente robados. El negocio parte en la Zona Franca de Iquique, donde los bolivianos compran vehículos a los importadores, en su mayoría paquistaníes y luego son llevados sin patente hasta la frontera. “Muchos lograban pasar la frontera con papeles, donde venían rotulados como chatarra”, admite un oficial de Carabineros de Chile
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