La bioeconomía ha recibido poca atención en las políticas públicas de los países de la región, pese al aporte que podría hacer al logro de los objetivos de desarrollo sostenible, señala un nuevo estudio de la CEPAL.
“En América Latina hay un gran potencial para el desarrollo de la bioeconomía, como una alternativa para la diversificación productiva y la agregación de valor en el medio rural, especialmente en los sectores agrícola y agroindustrial”, señala el estudio publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) titulado Bioeconomía en América Latina y el Caribe. Contexto global y regional y perspectivas.
Pese a dicho potencial, el concepto ha recibido poca atención en las políticas públicas de los países de la región, apunta la CEPAL. “A la fecha no existen estrategias dedicadas de bioeconomía, como sí es el caso en otras regiones, sobre todo en Europa”, puntualiza el documento dividido en cinco secciones.
La primera sección examina las características de la bioeconomía, la segunda destaca la naturaleza integradora del concepto y su relación con la Agenda de Desarrollo 2030 para el Desarrollo Sostenible, la tercera evalúa su potencial y la institucionalidad en América Latina y el Caribe, la cuarta presenta información sobre la importancia económica de la bioeconomía (a partir del análisis de la composición de las exportaciones en 32 países de la región), y finalmente se identifican oportunidades y desafíos.
BIOECONOMÍA
De acuerdo con el texto, una bioeconomía es a) una economía basada en el consumo y la producción de bienes y servicios derivados del uso directo y la transformación sostenibles de recursos biológicos, incluyendo los desechos de biomasa generados en los procesos de trasformación, producción y consumo, b) aprovechando el conocimiento de los sistemas, principios y procesos y c) las tecnologías aplicables al conocimiento y transformación de los recursos biológicos y a la emulación de procesos y principios biológicos.
El documento cita tres ejemplos de recursos biológicos que pueden servir de base para el desarrollo de estrategias nacionales y regionales de bioeconomía: la biodiversidad (incluida la agrobiodiversidad), especialmente en países megadiversos y con ecosistemas únicos; la capacidad para producir biomasa para diversos usos, además de alimentos, y la disponibilidad de desechos agrícolas y agroindustriales.
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