domingo, 16 de febrero de 2014

La apuesta es a todo o nada; la palabra y la ética valen oro Traductores y empresas, la llave para abrir el comercio

En Bolivia, los traductores y las empresas que ofrecen servicios de viajes de negocios son algunas opciones a la hora de explorar el mercado chino y otros de Asia.
Mientras las empresas organizan todo el viaje -pasajes aéreos, alojamiento, las visitas a las ferias y servicios de importación-, el traductor es una persona que vive en China, pero que no hace sólo de intérprete, sino que opera como un asesor de negocios.
Conoce minuciosamente todas las novedades que lanza cada fábrica y maneja las normas de comercio exterior para verificar la calidad de los productos que adquiere la persona a la que asesora, para luego embarcarlos rumbo a los puertos de Iquique, Chile, señala Edwin Ponce, quien aspiraba estudiar en China para ser traductor.
Trabaja por una comisión que oscila entre el 3 y 5%, dependiendo de la temporada: si es alta -cuando se realizan las ferias, en abril, julio, septiembre y agosto- cobra 5% y si es baja, 3%. Si el importador invierte 100 mil dólares en época alta debe destinar 5.000 dólares para este asesor. Además debe pagar todos sus gastos: pasajes aéreos o terrestres, alojamiento y comida. En China, el almuerzo cuesta entre 40 y 50 bolivianos.
Los que trabajan con los comerciantes bolivianos son generalmente mexicanos y colombianos. Lo ideal es que sea boliviano, pero en China son pocos, afirma Ponce.

Se contacta a estos asesores por referencias de otros importadores, que dan fe de su honradez y ética. Es que en la aventura de importar desde Asia lo que más vale es la palabra.
"El traductor debe tener mucha ética. Jamás puede llevar a dos clientes al mismo lugar. Tampoco puede dar información sobre lo que hacen sus clientes”, explica el comerciante Rafael Tapia.
Pero la palabra también vale con los proveedores. "Si un empresario chino te dice que fabricará tu pedido en un mes y cumple, uno debe cumplir con la fecha de pago”, añade Tapia.

En un viaje en el que se atraviesa el mundo, la apuesta es al todo o nada. Por eso muchos se arriesgan incluso a llevar dólares en efectivo, algo prohibido, y peor si el monto es mayor a 10.000 dólares. Las divisas pueden ser decomisadas en los aeropuertos o es posible una estafa al cambiarlas por yuanes, la moneda china, dice Luis Ayllón, de la empresa IX Logistics.
Otros se arriesgan mucho y caen en manos de fábricas falsas, de estafadores; así, su primer viaje se convierte en el último.

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