Shalom shalom, ¿manishma, gadolot anaja, matana?”, así se dirige el artesano Fidel Eliseo Mamani a uno de sus clientes judíos. Las frases en hebreo significan: "Hola, ¿cómo está?, ¿qué está buscando?, ¿quiere algún regalo?, le vamos a hacer descuento”.
Fidel y su esposa, Rosa Ticona, aprendieron a hablar hebreo hace 15 años para mejorar la venta de artesanías en su tienda ubicada en la calle Illampu, entre las calles Sagárnaga y Santa Cruz.
"Aprender hebreo ha sido como descubrir una mina de oro”, comenta Fidel mientras muestra otra de las tiendas que adquirió para vender más artesanías y un terreno, ubicado en la misma calle, donde construirá un hotel para judíos.
A la entrada de su tienda, sobre aguayos y ropas de cuero, cuelgan un par de letreros en hebreo que fueron escritos por los mismos clientes, ya que los esposos aprendieron a hablar pero no a escribir.
Iran, un comprador oriundo de Israel, traduce a este medio uno de los carteles: "La tienda de Rosa es la mejor tienda que podemos encontrar en Bolivia, porque ella es la persona más dulce que habla hebreo y vende los productos baratos”, lee el extranjero, quien se ofrece a escribir otro, sin embargo ya no hay más espacio en la tienda.
"Recomiéndame en el internet”, le dice Rosa y es por medio de esa herramienta digital que esta pareja se hizo conocida.
Los esposos empezaron el negocio hace 20 años, inicialmente enfocándose a un público norteamericano. En ese entonces tuvieron a sus dos primeros hijos: Bryan (20) y Alexander (18), que hoy ayudan en el negocio en sus tiempos libres.
Cinco años después Rosa se hizo amiga de los judíos y poco a poco fue desenvolviéndose en este idioma. "He ido aprendiendo por la necesidad de comprenderlos, ayudarlos y vender mis productos”, recuerda.
Mientras ella vendía, su esposo trabajaba confeccionando las prendas en el taller, por lo que se desenvuelve con menor fluidez.
Los profesores de Rosa fueron cada uno de sus clientes y no necesitó de libros. Palabra por palabra, desde saludos, precios y productos llegó a manejar el idioma. Hoy en día ella puede hasta bromear con ellos.
A su vez, la familia colabora a los sionistas con consejos turísticos, por ejemplo les indican cómo llegar al Valle de la Luna o a museos; y también les dan a conocer precios del mercado.
"A veces hay taxistas que los llevan desde la iglesia San Francisco a la calle Illampu y les hacen dar toda una vuelta, les toman el pelo y les cobran 30 bolivianos”, afirma. Sin embargo, la fama de los israelitas de ser grandes comerciantes muchas veces provoca molestias entre los vendedores.
Una de las personas que vende aguayos entre las calles Linares y Sagárgana, Demetria Choque, prefiere no vender a estos turistas porque en su criterio no aprecian el trabajo del textilero, a diferencia del público americano o europeo. "Hacen renegar, les dices que cuesta 100 bolivianos y te quieren pagar 30”, indica.
Fidel coincide con Demetria, pero Rosa les explica pacientemente en hebreo el valor del producto, del trabajo y la pérdida que tendrían si venden al precio ofrecido. "Mucha gente los odia, incluso no los dejan entrar, es que hay momentos en los que son muy chinchosos; les explico que en su país un sándwich cuesta como 60 bolivianos, sólo tienen que pagar dos sándwiches por un pantalón y así nos entienden y compran”, comenta Rosa.
Los otros tres hijos de Rosa y Fidel tienen nombres hebreos. Tali (10), que en español significa rocío del amanecer; Dana (8) y la más pequeña Adi (2).
Los cinco hijos aprendieron lo básico del idioma. "Entiendo cuando hablan, pero no puedo hablar con ellos, sólo sé los colores y los números”, comenta Brayan, quien estudia ingeniería de sistemas.
Productos
Página Siete observó que los comerciantes de la Illampu ofrecen productos típicos de Israel hechos en aguayo. Uno de ellos es el pacalcafé, que es una pequeña bolsa donde se ponen envases para llevar pastas, sal y pimienta. A su vez, venden tablinil, que sirve para llevar cubiertos y vasos para un día de campo.
"A ellos les gusta preparar su comida, por eso suelen llevar sus condimentos cuando van a los Yungas o al salar”, explica Rosa.
Para el futuro la familia aprenderá a cocinar comida israelí para ofrecerla a los turistas. "Será saludable y rica, porque ellos se enferman mucho con la comida paceña”, añade.
Punto de vista
Alberto Abecacis, judío que reside en Bolivia
"Aprender hebreo es difícil; más fácil es el inglés”
Me parece muy bien que haya comerciantes que aprendan esta lengua, porque si hay tantos mochileros que llegan a La Paz es una muy buena estrategia para vender más fácil sus productos.
Yo soy de religión judía, miembro del Círculo Israelita. Tengo parientes en Israel que hablan hebreo, pero no sé hablar la lengua.
Es muy difícil aprenderla, ya que ellos escriben de derecha hacia la izquierda con un alfabeto de 22 letras y hay escasas similitudes semánticas entre el español y el hebreo.
Sin embargo, no veo necesario que los comerciantes hablen hebreo porque una gran mayoría domina el inglés, con tal de que perfeccionen el inglés ya es suficiente, no habrá problema con la comunicación.
En La Paz sólo hay dos profesores que enseñan hebreo de manera particular y que pertenecen al Círculo Israelita , porque no hay mucha gente interesada, prefieren aprender inglés, francés o alemán, por eso los institutos se dedican más a estos idiomas.
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