Dioxadol, Terapidol, Estreptocarbocaftiazol, Klosidol y el digestivo BIL 13 son algunos de los 10 comprimidos de la empresa argentina de medicamentos Bagó que llegaron al país a finales de la década de los 70. En 1978, importar y distribuir los medicamentos no fue suficiente y en seis meses instalaron una planta para fabricar los productos en La Paz.
Hoy, 130 profesionales bolivianos trabajan en ella produciendo medicamentos líquidos (gotas bebibles o gotas orales, jarabes y suspensiones) estériles y no estériles, y polvos (inyectables) estériles.
“Expertos argentinos nos enseñaron a producir las primeras fórmulas de acuerdo con los equipos que teníamos. Hoy elaboramos más de 75 familias, de comprimidos, gotas e inyectables, para tratar el dolor, infecciones y enfermedades de hipertensión, así como ansiolíticos y multivitamínicos”, indicó la gerente general de Bagó Bolivia, María Renée Centellas.
La empresa invirtió casi un millón de dólares en maquinaria. Los insumos (azúcar, alcohol y almidón de maíz) para elaborar comprimidos, jarabes, suspensiones líquidas y antigripales, como el refrianex, provienen de Bolivia.
Los activos y excipientes (sustancias auxiliares que ayudan a que el principio activo se formule), como el Paracetamol para los antigripales, el Terapidol para el Dioxadol y el Enalapril para el Enalap, son importados desde Europa.
Certificación. Para captar la confianza de su principal público objetivo (médicos y farmacias), el proceso de fabricación del laboratorios se halla sujeto desde el 2002 a auditorías internas que se hacen cada tres años. Como resultado, Bagó Bolivia tiene la certificación de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), de Almacenamiento (BPA) y el Premio Nacional a la Ecoeficiencia, otorgado por la Cámara Nacional de Industrias (CNI).
“Los médicos, que son nuestros clientes directos porque los productos se venden por receta médica, al ver la mejoría de sus pacientes prefirieron la marca. En los casos que no requieren receta, como el digestivo BIL 13, su efectividad nos dio la confianza”, explicó.
La venta la realizan 80 visitadores médicos, que capacitan directamente y en talleres a 5.536 galenos y a encargados de 4.500 farmacias.
En 2010, las ventas alcanzaron el 12% del mercado farmacéutico boliviano que fue de $us 219 millones. El 40% de ellas se concentró en Santa Cruz y el 60% corresponde al resto del país, excepto Pando, que no tiene sucursal pero es atendido por la regional del Beni, indicó Centellas.
ALIANZAS. A partir de 2000, Bagó tiene un crecimiento anual de entre el 10% y 20%. Desde ese año, empezaron a surgir las alianzas con empresas internacionales que buscaban la representación en Bolivia de sus productos.
Stiefel y Beringel fueron las primeras. En la actualidad, representan y distribuyen productos de la empresa argentina de lácteos Sancor; del laboratorio español Leti (especialista en dermatología); de Bio Profarma, reconocido por sus tratamientos oncológicos; de Octapharma, empresa suiza de hemoderivados (principio activo que proviene del plasma de donantes humanos); y de Rovi, que fabrica el medicamento que evita la formación de trombos (coágulos de sangre): Hibor.
“Con el Grupo Alfa, Kimberly (papeles y pañuelos) y Unilever (de champú, jaboncillos) sólo tenemos la distribución en farmacias”, señaló la responsable de Bagó.
Los empleos que genera la empresa
Bagó Bolivia emplea a 360 personas. 130 de ellas se dedican a la producción y control en la fábrica, 30 al área administrativa y 200 a la distribución y comercialización.
La seguridad industrial es clave
Un Programa de Seguridad Industrial tiene como objetivo incorporar a la empresa en un trabajo permanente de análisis, diagnóstico e implementación de programas de acción, con el fin de proteger al trabajador contra riesgos de accidentes laborales.
María Renée Centellas señaló que es fundamental que los laboratorios farmacéuticos tengan establecido un programa que cubra todos los aspectos de seguridad para sus empleados.
Por esa razón, desde 1978, año en el que empezó a operar el laboratorio en Bolivia, fue implementado un Plan de Seguridad Industrial visado por los ministerios de Trabajo y de Salud, explicó la ejecutiva.
Describió que el mismo básicamente consiste en cumplir con normas de higiene y cuidado en el manejo de sustancias químicas. Ese proceso es sometido a auditorías realizadas por ambos ministerios cada cierto tiempo.
“No sabemos cuándo vendrán los especialistas a verificar nuestra producción, pero los controles normalmente se hacen cada año y el último fue en 2010”, explicó.
En caso de que la inspección arrojase alguna irregularidad o un mal manejo que implique riesgos para los empleados, los especialistas están autorizados a suspender nuestra licencia de funcionamiento o cerrar definitivamente el laboratorio, agregó.
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