martes, 29 de diciembre de 2015

Exportación de manufacturas la cenicienta del modelo

En 1992, el 62 por ciento de las exportaciones de Bolivia eran materias primas sin trabajar, y el resto bienes industrializados. En 1998, por primera vez en la historia, las materias primas se convirtieron en la parte menor de la oferta boliviana: 45 por ciento. En 2002 volvieron al 62 por ciento, donde seguirían creciendo. De 2008 a la fecha constituyen más del 80 por ciento de exportaciones, mientras que los bienes industrializados, en todas sus categorías, han bajado constantemente su participación (ver cuadro).

¿Qué es lo que media entre una situación y otra? ¿Entre un momento de equilibro de las exportaciones tradicionales y las no tradicionales, y uno de aguda descompensación a favor de las exportaciones tradicionales? Pues la causa se ubica en el último tramo de los años 90 y el primero de los 2000: el descubrimiento de grandes yacimientos de gas y la apertura del gasoducto que une al país con Brasil.

En la última década, en general, Bolivia ha impulsado sus exportaciones, pero de materias primas (debido exclusivamente al crecimiento de las ventas de gas natural, en primer lugar, y a minerales, en segundo), cuyos precios internacionales subieron enormemente. Los bienes industrializados, en cambio, se estancaron o crecieron tan poco que terminaron siendo arrasados.

Normalmente los países tratan de “industrializarse” porque la producción de bienes industrializados, tanto para el mercado externo como para el interno, es la única que provee una gran cantidad empleos con buenos ingresos y con seguridad, empleos que además son permanentes.

La producción de bienes industrializados tiende a crear una riqueza social sostenible, que no va a desaparecer de súbito. En los últimos 10 años, la economía boliviana ha crecido mucho, pero la producción de bienes industrializados no lo ha hecho en la misma proporción.

La causa de ambos fenómenos es la misma: el éxito exportador de la industria gasífera. Este éxito trajo un enorme ingreso de dinero en la economía, que hizo subir los salarios, la demanda de productos y, en general, impulsó la actividad social.

Esto causó el crecimiento de las importaciones de bienes del extranjero; por ejemplo, en Bolivia éstas subieron del 21 por ciento del PIB en 1998 a 31 por ciento del PIB actualmente. Al mismo tiempo, el boom de liquidez deprimió las exportaciones, ya que los salarios altos encarecieron los productos que se pretendía vender al extranjero.

Este fortalecimiento de las importaciones en perjuicio de las exportaciones resulta facilitado si, como es el caso de Bolivia, el tipo de cambio está pensado para fortalecer la moneda nacional y abaratar al dólar.

Un tipo de cambio así hace más fácil importar (se compra afuera en dólares baratos y se vende aquí en bolivianos caros), y más difícil exportar (se produce en bolivianos caros y se vende en dólares baratos).

EFECTOS

Entre los efectos está el retroceso de las exportaciones bolivianas, con fuertes caídas en montos y volúmenes. Este fenómeno se inició con la pérdida de preferencias arancelarias a Estados Unidos (Atpdea).

Por si fuera poco, los exportadores padecen de un aumento del costo laboral, de 300 por ciento en los últimos 10 años, que compromete la salud financiera de sus empresas, sin que tengan la posibilidad de compensar ese mayor costo con incrementos de productividad laboral.

El sesgo de la política salarial y las normas laborales, en contra de las empresas privadas, y particularmente de los exportadores, arroja un contraste inquietante: mientras el empleo formal y de calidad se debilita y achica constantemente, el trabajo informal, desprotegido por la ley y prácticamente de subsistencia no cesa de expandirse.



DE EXPORTADORES A IMPORTADORES

Como resultado de toda la situación expuesta, los exportadores sienten la necesidad de convertirse en importadores y comerciantes, y los que no quieren o pueden transformarse sufren o desaparecen. La economía boliviana en general, y el sector exportador en particular, sufren de lo que los economistas denominan “enfermedad holandesa”, que no es otra cosa que la enfermedad de las exportaciones por culpa de una exportación preponderante (de gas natural), y la enfermedad de la industria nacional por culpa de un flujo descontrolado de importaciones.

De este modo, los agentes económicos buscan invertir en actividades en las que los altos salarios no sean un obstáculo: actividades como la construcción, los servicios de comida, entretenimiento, finanzas, etc. Todas ellas han florecido en Bolivia durante los últimos años. Esta clase de distorsiones, propias del modelo extractivista y antiindustrialista, fueron llevaderas mientras los precios de los materias primas se mantuvieron en alza. Sin embargo, todo esto ha cambiado en el último tiempo, y el sector económico más golpeado es sin duda la exportación de manufacturas y de otros productos con valor agregado.

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