martes, 26 de enero de 2016

La manufactura nacional se queda fuera de los mercados

El comportamiento de las exportaciones de productos manufacturados bolivianos en los mercados externos, entre enero y julio de 2015, revelan un considerable retroceso respecto de igual período del año anterior. Con una muestra de nueve mercados de destino, en todos ellos se registran variaciones con valores negativos. Así, las exportaciones a Colombia cayeron de 663,6 millones a tan sólo 82,8 millones de dólares, o sea, 68,6 por ciento menos; mientras que las exportaciones a Venezuela bajaron de 236 millones a 120,7 millones de dólares (48,9 por ciento menos); en tanto que las exportaciones a Estados Unidos se redujeron de 618,5 millones a 446 millones de dólares (27,9 por ciento menos).

En cuanto a volúmenes exportados de manufacturas, las pérdidas más sustanciales se registran en el mercado de Venezuela, con una caída de 97,3 por ciento. Otras caídas significativas son las siguientes: Colombia (79 por ciento), Ecuador (42,6), Perú (24,2) y Paraguay (21,5 por ciento).

Sin soga ni cabra

En los años 90 y sobre todo en la primera mitad de los años 2000, las manufacturas bolivianas experimentaron un incremento notable y sin precedentes, especialmente en las ventas de confecciones, marroquinería y joyería, a Estados Unidos, gracias a los beneficios arancelarios del Atpdea. Al quedar suprimidos estos beneficios, desde fines de 2008, los exportadores bolivianos se vieron, de pronto, obligados a cancelar aranceles de entre 14 y 24 por ciento, para seguir colocando sus productos en ese mercado. No se tienen cifras precisas del impacto negativo que ello supuso, pero estimaciones no oficiales indican una caída de alrededor de 180 millones de dólares por año.

Al perder su ventaja competitiva arancelaria, Ametex, la principal y más moderna industria de hilados, tejidos y prendas de alta costura, y que en su mejor momento empleó a 4.500 trabajadores, no pudo sobrevivir, arrastrando en su caída a otras empresas y talleres de confecciones.

El intento de reemplazar el mercado estadounidense por Venezuela no pasó de buenas intenciones. Venezuela es un mercado de mucha menor dimensión y capacidad adquisitiva, y aplica un sistema de pagos complicado que se presta a la corrupción y que nunca fue una alternativa real frente a las ventajas del mercado norteamericano, menos ahora que la economía venezolana está azotada por la hiperinflación, la escasez de divisas, las enormes brechas en el tipo de cambio, etc.

Pero la frustración de los exportadores bolivianos no sólo proviene de que sus colocaciones en Venezuela sean mucho menores que las que se habían anunciado, sino también de que el proceso de cobro de las exportaciones realizadas devino en un verdadero calvario y son muchas las empresas que llevan años sin cobrar. Según datos no oficiales del Viceministerio de Exportaciones, el monto pendiente de pago de órdenes ya despachadas en textiles se acerca a 12 millones de dólares, en tanto que el monto de órdenes fabricadas, pero no despachadas bordea los 10 millones de dólares.

ESTADOS UNIDOS

Una de las razones para que la industria en Perú, Chile, Colombia, México y otros países, progrese es que exportan a Estados Unidos con tarifas preferenciales y tratados de libre comercio.

Si se excluyen las ventas del gas natural a Brasil y Argentina, Estados Unidos es el primer mercado para las exportaciones nacionales y para la mayor variedad de productos, pero sin las ventajas arancelarias de otros países.

La pregunta de los exportadores, y quizá también de otros sectores, es por qué el Gobierno no abre negociaciones prontas y eficaces con Estados Unidos, para un acuerdo comercial y de cooperación que otorgue tratamiento preferencial a productos bolivianos. ¿Hasta cuando prevalecerán los obstáculos políticos que ocasionan considerables perjuicios a productores y exportadores nacionales?



CUELLOS DE BOTELLA CON EL MERCOSUR

No son pocos los exportadores nacionales que ven en el Mercosur, especialmente en el gigante Brasil, un mercado natural para sus productos y con las ventajas de la proximidad geográfica y de costos de transporte más bajos. Pero estas ventajas sirven de muy poco, si no se resuelven las dificultades para exportar, por ejemplo, los obstáculos arancelarios (requisitos no monetarios para entrar a un mercado, como licencias, permisos sanitarios, etc.).

Uno de tales obstáculos es el engorroso trámite de internación y desaduanización que deben realizar las empresas para acceder al mercado brasileño.

Para las autoridades de ese país, cualquier carga boliviana puede ser sospechosa de contrabando o directamente de narcotráfico. Por si fuera poco, si antes Bolivia podía exportar al Mercosur prendas confeccionadas con tela importada de terceros países, ahora que es socio pleno de este bloque comercial, está impedido de hacerlo.

Varios problemas podrían resolverse con una pre-certificación de las empresas bolivianas, de manera que se faciliten sus trámites de exportación, pero esto no ocurre actualmente.

De ahí por qué el sector exportador está reducido a su mínima expresión y presionado por condiciones muy adversas, que incluso ponen en tela de juicio su subsistencia.

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