Mi primera visita a una fábrica, y quizás todavía mi favorita, fue a la de condones Durex de la London Rubber Company en Chingford, Londres. Hay que tener en cuenta que el ver un preservativo de látex puesto a prueba inflándolo a un metro o más de longitud, tiende a permanecer en la memoria.
En esos tiempos, en 1988, estas visitas se ofrecían casi sólo a personas involucradas con el negocio, proveedores, clientes y al ocasional periodista o dignatario. Pero hoy en día cualquiera puede visitar una fábrica de preservativos en Taipéi. El público también puede observar aeronaves en construcción en Seattle y líneas de producción de cerveza, bates de béisbol o (si usted posee uno) y los automóviles Bentley.
Transparencia con el público
Las visitas guiadas a fábricas representan la parte pública de una tendencia imparable y bienvenida hacia una mayor transparencia en la línea de producción. La gente quiere saber qué se incluye en los productos que consume, razón por la cual los restaurantes empezaron a poner en vitrina a sus chefs y cocinas, y por la cual las empresas de alimentos y bebidas fueron las pioneras del concepto.
La idea de que cada línea de producción debiera estar expuesta al público es inviable. Pero en las empresas más grandes, las dos principales razones para bloquear el acceso -secretos y seguridad- están perdiendo rápidamente su relevancia. Al mismo tiempo, los beneficios de permitirles la entrada a los visitantes -involucramiento, eficiencia, responsabilidad- son cada vez más evidentes.
Para empezar, nunca fue tan fácil para un visitante laico robar secretos de los procesos como la gente temía. Los prototipos siempre se pueden ocultar. En la actualidad, lo que es confidencial sobre una línea de producción está a menudo escondido en código informático, datos privados, o en el cerebro de importantes miembros del personal.
Sobre la seguridad, los avances hacia la automatización libre de imperfecciones están convirtiendo a muchas fábricas en lugares seguros, e incluso atractivos, para trabajar y visitar. Un nuevo informe de ARUP señala que plantas como la de BMW en Leipzig ahora mezclan líneas de ensamble con el trabajo de oficina.
A medida que "las líneas entre los obreros y los administradores siguen desvaneciéndose”, la consultora predice que la forma en la cual las fábricas están distribuidas cambiará aun más. La fabricación aditiva -impresión tridimensional- traerá a la producción de vuelta a las ciudades, e incluso los hogares, dejando atrás los sombríos complejos industriales.
Un mayor número de dueños de fábricas está tratando de mostrar con orgullo su proceso. Algunos están instalando el tipo de paredes acristaladas que el arquitecto Sir Nicholas Grimshaw proféticamente diseñó en 1988 para la planta de impresión del Financial Times en East India Dock, Londres, para que quienes pasen vean el diario saliendo de las prensas.
Otros toman inspiración de brillantes combinaciones de forma y función, como la antigua fábrica Lingotto de Fiat, donde los automóviles se movían en una línea de ensamble en espiral rumbo a las pruebas finales en una pista en la azotea con vistas a Turín.
Como declaró el Teatro Nacional de Londres en relación con su recientemente inaugurada pasarela -desde la cual el público puede ver los preparativos de la utilería y el escenario para las producciones más recientes- "nunca se pensó que el público fuera a ver detrás del escenario”. Pero en donde es factible permitírselo, hay mucho por ganar.
Fortalecimiento de la relación con los clientes
Algunos dirán que esta nueva apertura es simplemente un espectáculo. Pero el querer fortalecer la relación con los clientes -"la fábrica como sala de exposición”, como lo expresó ARUP- es una razón perfectamente válida para deshacerse del misterio.
Si Nestlé tiene sentido común, por ejemplo, comenzará a organizar visitas a sus fábricas de fideos Maggi para los consumidores indios, quienes están preocupados por las denuncias de que el popular producto no es tan puro como se afirma.
Otra buena razón para la apertura es que alienta a los productores a mejorar su higiene y su funcionamiento. John Dowdy, de McKinsey, quien estudió décadas de datos de productividad en el campo de la fabricación, aseguró que la pulcritud, la actividad ("personas que se desplazan con un propósito”), y el ver a los gerentes de operaciones en el taller son señales probadas de una planta bien administrada.
Algunos verán la proliferación de fábricas estériles como otro signo de la insidiosa desindustrialización. Los condones Durex ya no se hacen en Europa occidental; el Grimshaw Printworks es hoy un centro de datos anónimo.
En las fábricas de modelos, los visitantes observan desde el exterior a los robots. Algunas "visitas a la fábrica” ya son sólo como a museos de una prosperidad pasada; mientras que partes de la cadena de suministro que son sucias, para tareas pesadas, o que requieren trabajo intensivo han sido clausuradas, subcontratadas o deslocalizadas a lugares fuera de la ruta turística industrial.
Pero yo prefiero pensar en el acceso a las líneas de montaje como el primer paso de someter todas las partes de cualquier negocio, dondequiera que se encuentre, a un mayor escrutinio. El hecho es que, si usted no quiere abrir su fábrica a quienes no sean parte de ella, entonces tal vez debiera pensar en cerrarla por completo.
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A medida que "las líneas entre los obreros y los administradores siguen desvaneciéndose”, la manera en la cual las fábricas están distribuidas tenderá a modificarse aun más.
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