Es boliviana, nació en Sucre. Karin Columba Zárate estudió en Colombia y otros países. Es Administradora de Empresas con Maestría en Planificación y Medio Ambiente. Sus primeros trabajos los realizó en proyectos de desarrollo rural, financiados por la cooperación internacional alemana; luego en planificación, soporte y fortalecimiento a la gestión municipal durante los inicios de la Participación Popular. En el sector privado se dedicó al desarrollo organizacional. Después ingresó en la temática medioambiental. “Es un mundo”, que necesita de políticas estatales, expresó a La Razón. Desde el 2002, es directora ejecutiva de la Fundación Amigos de la Naturaleza, FAN.
Desde su experiencia, ¿cuál es el valor del trabajo de la FAN?
La posibilidad, desde la sociedad civil, de contribuir a una causa de interés público, como es la biodiversidad y el medio ambiente. Esta no es una causa de derecho o interés privado.
Desarrollo sostenible, medio ambiente y conservación son conceptos poco articulados para el desarrollo.
Las organizaciones de conservación en general pueden trabajar en temas de ciencia y en áreas de investigación, trabajar en gestión de conservación, manejar una especie, un parque, etc.; también pueden trabajar en valoración económica de la biodiversidad.
En 1997, la FAN comenzó con un programa que es un hito a nivel mundial. Se trata del Proyecto de Acción Climática Noel Kempff, de mitigación de cambio climático a través de la conservación de bosques ubicados en el parque nacional Noel Kempff (región amazónica de Santa Cruz, en frontera con Brasil). Hace 10 años apuesta a la valoración económica a través de beneficios por créditos de carbono. Apostó a algo que no sabía hacer en ese momento, era totalmente innovador. Ahí comienza nuestro desafío institucional de no sólo hacer ciencia y gestión de conservación, sino también desarrollar modelos de valoración económica de la biodiversidad. El biocomercio es una de esas estrategias.
¿A quién beneficia?
La riqueza de la biodiversidad del país está en general en las áreas rurales, donde está la población más vulnerable, con mayores problemas de pobreza, necesidades y limitaciones en cuanto a condiciones de vida.
La solución desde nuestro punto de vista, no es traer a estas personas a las áreas periurbanas en las ciudades y que se vuelvan empleados de industrias porque en general empeora su calidad de vida. Ellos pueden quedarse en sus lugares, con su cultura y pueden aprovechar la biodiversidad, mejorar sus condiciones de vida. Es un círculo virtuoso en ese sentido.
Para ello se necesitan recursos, ¿sirvieron los bonos de carbono?
Ese es un tema largo. Los bonos de carbono del programa climático Noel Kempff no se han logrado monetizar. El Gobierno tiene el compromiso de que los va a vender porque es un proyecto anterior a toda esta nueva política respecto a mercados.
Sabemos que ahora la posición frente a los mercados es contraria. Sin embargo, ellos han dicho que este proyecto, los bonos de acción climática y algún otro proyecto de MDL (Mecanismo de Desarrollo Limpio) van a ser respetados porque son antiguos. Aún no ha salido el decreto para su comercialización, para su venta.
¿Quién será el beneficiario final de los recursos que se obtengan por la venta de estos bonos?
Hay siete comunidades en el parque Noel Kempff que están esperando esos recursos.
Hace 12 años, el Gobierno boliviano ha firmado un convenio internacional con las empresas. Es un compromiso que tiene el actual Gobierno con estas comunidades y con las empresas internacionales de que las reglas se cumplan. Las empresas, inicialmente pusieron todo el capital monetario y el compromiso era que después de lograr la certificación de los bonos de carbono, el Gobierno recogía ese dinero y lo entregaba a las comunidades y al Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) para que se cuide mejor el parque.
Creemos que el Gobierno va a honrar su compromiso. Las comunidades y el parque Noel Kempff lo necesitan.
¿Con cuántas comunidades trabajan en Bolivia?
FAN comienza trabajando el tema de áreas protegidas con los parques Noel Kempff y Amboró, luego amplía su trabajo con el tema de ciencias, en cambio climático y ahora en biocomercio. Sólo en biocomercio llegamos a 300 comunidades en diferentes departamentos. Trabajamos con organizaciones de tierras altas y bajas; casi con todas las centrales indígenas que componen la CIDOB.
¿Las comunidades indígenas participan y asumen estos conceptos?
Totalmente. Tenemos alianzas con las comunidades, con las centrales y organizaciones matrices y también con diferentes niveles del sector empresarial (estancias ganaderas, empresas privadas), con centros de investigación, universidades. Nuestro enfoque de trabajo es incluir más sectores, más disciplinas al sector de conservación. Así este tema no va a ser sólo de biólogos y conservacionistas.
¿Las empresas privadas también se están sumando a aplicar estos conceptos? ¿No hay un enfrentamiento entre comunidades y empresarios?
Creo que se está comenzando a articular un movimiento interesante en el tema. Hay cada vez más temas ambientales que son considerados por las empresas. Antes, sólo era no contaminar el medio ambiente, luego llegó el tema de responsabilidad social ambiental, la RSE (Responsabilidad Social Empresarial) que está de moda. Hay empresas que van más allá y dicen que no sólo vamos a ser responsables socialmente sino que vemos una oportunidad en el tema de conservación. No sólo me ayuda a mi imagen, es un buen negocio, en el buen sentido, de forma que contribuya a generar ingreso, pero que también contribuya a mantener el patrimonio natural de un país. Nosotros vemos socios potenciales en todos los sectores, como por ejemplo las microfinancieras. Ser capaces de diferenciar las iniciativas de biocomercio.
¿Cuál es el desafío?
Entender que la biodiversidad no es un lujo ni es algo que nos sirve para decir ¡ah! Bolivia es muy rica en recursos naturales.
El desafío es que se incluya a la biodiversidad como un stock de capital, no algo que se toma y se tiene que consumir. Cuando pones un capital ves que no se gaste, que se vaya moviendo, generando beneficios.
Se necesitan políticas de Estado de largo plazo, no para dos o tres años porque la biodiversidad no funciona así, no tiene nuestros tiempos. Si acabas un bosque, se acabó de por vida.
Mientras no tengamos políticas de Estado que digan vamos a usar la biodiversidad como un elemento clave de nuestro proceso de desarrollo, vamos en contradicciones. Ahora estamos en contradicciones, no sólo con este gobierno sino con todos los gobiernos.
De boca para afuera se dice que son muy importantes nuestros recursos naturales, pero las cuentas de cuánto se invierte y a qué sector se apoya... Mientras otros países, como Costa Rica y los vecinos, usan su biodiversidad como capital de desarrollo económico y de mejorar las condiciones de vida de su población. Falta aprovechar la oportunidad. Eso es.
El desafío es que se incluya a la biodiversidad como un stock de capital, no algo que se toma y se tiene que consumir.
Desde su experiencia, ¿cuál es el valor del trabajo de la FAN?
La posibilidad, desde la sociedad civil, de contribuir a una causa de interés público, como es la biodiversidad y el medio ambiente. Esta no es una causa de derecho o interés privado.
Desarrollo sostenible, medio ambiente y conservación son conceptos poco articulados para el desarrollo.
Las organizaciones de conservación en general pueden trabajar en temas de ciencia y en áreas de investigación, trabajar en gestión de conservación, manejar una especie, un parque, etc.; también pueden trabajar en valoración económica de la biodiversidad.
En 1997, la FAN comenzó con un programa que es un hito a nivel mundial. Se trata del Proyecto de Acción Climática Noel Kempff, de mitigación de cambio climático a través de la conservación de bosques ubicados en el parque nacional Noel Kempff (región amazónica de Santa Cruz, en frontera con Brasil). Hace 10 años apuesta a la valoración económica a través de beneficios por créditos de carbono. Apostó a algo que no sabía hacer en ese momento, era totalmente innovador. Ahí comienza nuestro desafío institucional de no sólo hacer ciencia y gestión de conservación, sino también desarrollar modelos de valoración económica de la biodiversidad. El biocomercio es una de esas estrategias.
¿A quién beneficia?
La riqueza de la biodiversidad del país está en general en las áreas rurales, donde está la población más vulnerable, con mayores problemas de pobreza, necesidades y limitaciones en cuanto a condiciones de vida.
La solución desde nuestro punto de vista, no es traer a estas personas a las áreas periurbanas en las ciudades y que se vuelvan empleados de industrias porque en general empeora su calidad de vida. Ellos pueden quedarse en sus lugares, con su cultura y pueden aprovechar la biodiversidad, mejorar sus condiciones de vida. Es un círculo virtuoso en ese sentido.
Para ello se necesitan recursos, ¿sirvieron los bonos de carbono?
Ese es un tema largo. Los bonos de carbono del programa climático Noel Kempff no se han logrado monetizar. El Gobierno tiene el compromiso de que los va a vender porque es un proyecto anterior a toda esta nueva política respecto a mercados.
Sabemos que ahora la posición frente a los mercados es contraria. Sin embargo, ellos han dicho que este proyecto, los bonos de acción climática y algún otro proyecto de MDL (Mecanismo de Desarrollo Limpio) van a ser respetados porque son antiguos. Aún no ha salido el decreto para su comercialización, para su venta.
¿Quién será el beneficiario final de los recursos que se obtengan por la venta de estos bonos?
Hay siete comunidades en el parque Noel Kempff que están esperando esos recursos.
Hace 12 años, el Gobierno boliviano ha firmado un convenio internacional con las empresas. Es un compromiso que tiene el actual Gobierno con estas comunidades y con las empresas internacionales de que las reglas se cumplan. Las empresas, inicialmente pusieron todo el capital monetario y el compromiso era que después de lograr la certificación de los bonos de carbono, el Gobierno recogía ese dinero y lo entregaba a las comunidades y al Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) para que se cuide mejor el parque.
Creemos que el Gobierno va a honrar su compromiso. Las comunidades y el parque Noel Kempff lo necesitan.
¿Con cuántas comunidades trabajan en Bolivia?
FAN comienza trabajando el tema de áreas protegidas con los parques Noel Kempff y Amboró, luego amplía su trabajo con el tema de ciencias, en cambio climático y ahora en biocomercio. Sólo en biocomercio llegamos a 300 comunidades en diferentes departamentos. Trabajamos con organizaciones de tierras altas y bajas; casi con todas las centrales indígenas que componen la CIDOB.
¿Las comunidades indígenas participan y asumen estos conceptos?
Totalmente. Tenemos alianzas con las comunidades, con las centrales y organizaciones matrices y también con diferentes niveles del sector empresarial (estancias ganaderas, empresas privadas), con centros de investigación, universidades. Nuestro enfoque de trabajo es incluir más sectores, más disciplinas al sector de conservación. Así este tema no va a ser sólo de biólogos y conservacionistas.
¿Las empresas privadas también se están sumando a aplicar estos conceptos? ¿No hay un enfrentamiento entre comunidades y empresarios?
Creo que se está comenzando a articular un movimiento interesante en el tema. Hay cada vez más temas ambientales que son considerados por las empresas. Antes, sólo era no contaminar el medio ambiente, luego llegó el tema de responsabilidad social ambiental, la RSE (Responsabilidad Social Empresarial) que está de moda. Hay empresas que van más allá y dicen que no sólo vamos a ser responsables socialmente sino que vemos una oportunidad en el tema de conservación. No sólo me ayuda a mi imagen, es un buen negocio, en el buen sentido, de forma que contribuya a generar ingreso, pero que también contribuya a mantener el patrimonio natural de un país. Nosotros vemos socios potenciales en todos los sectores, como por ejemplo las microfinancieras. Ser capaces de diferenciar las iniciativas de biocomercio.
¿Cuál es el desafío?
Entender que la biodiversidad no es un lujo ni es algo que nos sirve para decir ¡ah! Bolivia es muy rica en recursos naturales.
El desafío es que se incluya a la biodiversidad como un stock de capital, no algo que se toma y se tiene que consumir. Cuando pones un capital ves que no se gaste, que se vaya moviendo, generando beneficios.
Se necesitan políticas de Estado de largo plazo, no para dos o tres años porque la biodiversidad no funciona así, no tiene nuestros tiempos. Si acabas un bosque, se acabó de por vida.
Mientras no tengamos políticas de Estado que digan vamos a usar la biodiversidad como un elemento clave de nuestro proceso de desarrollo, vamos en contradicciones. Ahora estamos en contradicciones, no sólo con este gobierno sino con todos los gobiernos.
De boca para afuera se dice que son muy importantes nuestros recursos naturales, pero las cuentas de cuánto se invierte y a qué sector se apoya... Mientras otros países, como Costa Rica y los vecinos, usan su biodiversidad como capital de desarrollo económico y de mejorar las condiciones de vida de su población. Falta aprovechar la oportunidad. Eso es.
El desafío es que se incluya a la biodiversidad como un stock de capital, no algo que se toma y se tiene que consumir.
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