Bolivia se ha subido al tren de la creciente tendencia mundial que no sólo demanda productos de calidad, sino que, además, exige que en los procesos industriales no se afecte al medio ambiente y se respete los derechos humanos.
Si bien mercados como el europeo y el estadounidense están más avanzados en esta cultura de consumo, en Bolivia son cada vez más las empresas preocupadas por ser responsables con la sociedad que las acoge.
Esta tendencia halla su origen en el incremento de las exportaciones de manufacturas de países emergentes a las naciones desarrolladas, explica Ernesto Antelo, presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).
“En EEUU, el tema se dio a conocer después de las fuertes denuncias que sufrieron dos empresas de marcas reconocidas en el campo del deporte y de confecciones, resultado de la verificación de la utilización de mano de obra infantil en países como China e Indonesia, donde se empleaba a niños como ‘mano de obra barata’”, afirma Antelo.
Añade que en la Unión Europea (UE), el tema está en agenda desde el 2002. Tres años después, se creó la Comisión para el Estudio de la Explotación Infantil en la que, entre otros, se señala la conveniencia de trabajar en el desarrollo de etiquetados que aseguren la importación de bienes libres de trabajo infantil.
Así, una de las inquietudes de los “consumidores maduros” —como los llama Eduardo Peinado, presidente de la Fundación Consejo Boliviano de Responsabilidad Social Empresarial (Coborse)— es verificar que la mano de obra infantil no haya intervenido en ninguno de los eslabones de la cadena de los productos que van a comprar.
Peinado sostiene que es una necesidad de los productores mostrar que son socialmente responsables “como una compensación a la forma de vida actual”. “No se puede concebir cierto tipo de consumos que no tengan la responsabilidad hacia el consumidor, no se puede concebir las prácticas industriales sin que los empresarios sean responsables ante la sociedad que los cobija y su público consumidor”, manifiesta.
En el afán de lograr ese valor agregado para las exportaciones agroindustriales bolivianas, el IBCE, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Viceministerio de Mediana, Gran Empresa e Industria, han desarrollado un proyecto de norma para certificar a las empresas libres del trabajo infantil.
En EEUU existen propuestas de leyes para prohibir la importación de productos elaborados con mano de obra infantil, para informar a los consumidores sobre estos insumos y para otorgar preferencias arancelarias (como ocurre hoy con el ATPDEA).
Y Europa incentiva a avanzar por la senda de la RSE en los países en vías de desarrollo, otorgando mayores preferencias arancelarias a aquellos que incorporen en su legislación los aspectos más importantes de tres convenciones de la OIT.
Antelo agrega que otras tendencias desarrolladas en los mercados del Primer Mundo se refieren a la explotación o trabajo forzado; al respeto a la libertad de asociación o de negociación colectiva; y a la no discriminación, dando lugar a la modalidad del Comercio Justo.
Este concepto apunta a que los productores de países en vías de desarrollo puedan conseguir un mejor trato y precio, siempre y cuando se constate que en la producción se respeten los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente y la igualdad de género.
Puntos de vista
El público prefiere a la empresa que practica la RSE
EDUARDO PEINADO TERÁN. Presidente de la Fundación Coborse.
“El público consumidor en los mercados maduros, como los europeos, está dando su preferencia de consumo a aquellos productos que sean conocidos por ejercitar prácticas y acciones de Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Actualmente, es una necesidad de todos los productores y de las sociedades mostrar que son socialmente responsables como una compensación a la forma de vida actual. No se puede concebir cierto tipo de consumos que no tengan la responsabilidad hacia el consumidor, no se puede concebir las prácticas industriales sin que los empresarios sean responsables ante la sociedad que los cobija y su público consumidor. Esta es una tendencia de los consumidores maduros, como los que están en Europa”.
Las nuevas exigencias apuntan a la situación social
ERNESTO ANTELO LÓPEZ. Presidente del IBCE.
“Durante las últimas dos décadas se ha producido un aumento muy importante de las exportaciones de manufacturas desde países en vías de desarrollo a los países más desarrollados, lo que ha ocasionado una preocupación en diferentes grupos sociales desde diferentes ángulos: los sindicatos, queriendo defender los empleos en su país; los conservacionistas, queriendo impedir que el comercio pueda agredir al medioambiente (...). La idea de las nuevas exigencias tiene que ver con verificar que los productos se hayan manufacturado en condiciones tales, que no alienten una competencia ruinosa en el país importador (interés comercial), pero que tampoco deterioren la situación medioambiental y social en los países exportadores”.
Si bien mercados como el europeo y el estadounidense están más avanzados en esta cultura de consumo, en Bolivia son cada vez más las empresas preocupadas por ser responsables con la sociedad que las acoge.
Esta tendencia halla su origen en el incremento de las exportaciones de manufacturas de países emergentes a las naciones desarrolladas, explica Ernesto Antelo, presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).
“En EEUU, el tema se dio a conocer después de las fuertes denuncias que sufrieron dos empresas de marcas reconocidas en el campo del deporte y de confecciones, resultado de la verificación de la utilización de mano de obra infantil en países como China e Indonesia, donde se empleaba a niños como ‘mano de obra barata’”, afirma Antelo.
Añade que en la Unión Europea (UE), el tema está en agenda desde el 2002. Tres años después, se creó la Comisión para el Estudio de la Explotación Infantil en la que, entre otros, se señala la conveniencia de trabajar en el desarrollo de etiquetados que aseguren la importación de bienes libres de trabajo infantil.
Así, una de las inquietudes de los “consumidores maduros” —como los llama Eduardo Peinado, presidente de la Fundación Consejo Boliviano de Responsabilidad Social Empresarial (Coborse)— es verificar que la mano de obra infantil no haya intervenido en ninguno de los eslabones de la cadena de los productos que van a comprar.
Peinado sostiene que es una necesidad de los productores mostrar que son socialmente responsables “como una compensación a la forma de vida actual”. “No se puede concebir cierto tipo de consumos que no tengan la responsabilidad hacia el consumidor, no se puede concebir las prácticas industriales sin que los empresarios sean responsables ante la sociedad que los cobija y su público consumidor”, manifiesta.
En el afán de lograr ese valor agregado para las exportaciones agroindustriales bolivianas, el IBCE, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Viceministerio de Mediana, Gran Empresa e Industria, han desarrollado un proyecto de norma para certificar a las empresas libres del trabajo infantil.
En EEUU existen propuestas de leyes para prohibir la importación de productos elaborados con mano de obra infantil, para informar a los consumidores sobre estos insumos y para otorgar preferencias arancelarias (como ocurre hoy con el ATPDEA).
Y Europa incentiva a avanzar por la senda de la RSE en los países en vías de desarrollo, otorgando mayores preferencias arancelarias a aquellos que incorporen en su legislación los aspectos más importantes de tres convenciones de la OIT.
Antelo agrega que otras tendencias desarrolladas en los mercados del Primer Mundo se refieren a la explotación o trabajo forzado; al respeto a la libertad de asociación o de negociación colectiva; y a la no discriminación, dando lugar a la modalidad del Comercio Justo.
Este concepto apunta a que los productores de países en vías de desarrollo puedan conseguir un mejor trato y precio, siempre y cuando se constate que en la producción se respeten los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente y la igualdad de género.
Puntos de vista
El público prefiere a la empresa que practica la RSE
EDUARDO PEINADO TERÁN. Presidente de la Fundación Coborse.
“El público consumidor en los mercados maduros, como los europeos, está dando su preferencia de consumo a aquellos productos que sean conocidos por ejercitar prácticas y acciones de Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Actualmente, es una necesidad de todos los productores y de las sociedades mostrar que son socialmente responsables como una compensación a la forma de vida actual. No se puede concebir cierto tipo de consumos que no tengan la responsabilidad hacia el consumidor, no se puede concebir las prácticas industriales sin que los empresarios sean responsables ante la sociedad que los cobija y su público consumidor. Esta es una tendencia de los consumidores maduros, como los que están en Europa”.
Las nuevas exigencias apuntan a la situación social
ERNESTO ANTELO LÓPEZ. Presidente del IBCE.
“Durante las últimas dos décadas se ha producido un aumento muy importante de las exportaciones de manufacturas desde países en vías de desarrollo a los países más desarrollados, lo que ha ocasionado una preocupación en diferentes grupos sociales desde diferentes ángulos: los sindicatos, queriendo defender los empleos en su país; los conservacionistas, queriendo impedir que el comercio pueda agredir al medioambiente (...). La idea de las nuevas exigencias tiene que ver con verificar que los productos se hayan manufacturado en condiciones tales, que no alienten una competencia ruinosa en el país importador (interés comercial), pero que tampoco deterioren la situación medioambiental y social en los países exportadores”.
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