martes, 18 de diciembre de 2012

Inequidad y hambre No dejan a América Latina

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) informó que el hambre afecta a 868 millones de personas en el mundo, de los cuales 49 millones se registraron en Latinoamérica entre 2010 y 2012.

El ritmo de reducción en los indicadores de hambre y pobreza es menor que el crecimiento económico de la región, que alcanzó el seis por ciento en 2010 y el 4,3 en 2011. Para este año, en tanto se proyecta una expansión del 3,2. Con todo, la región ha conseguido disminuir en 16 millones el número de personas que padecen hambre respecto a 1990-1992, cuando había 65 millones de personas en esta situación.

La cifra actual de 49 millones apenas representa una reducción de solo un millón de hambrientos respecto al trienio anterior, cuyos efectos se diluyen por la mala distribución de la riqueza, de lo cual se desprende que el 8,3 por ciento de la población de la región no ingiere las calorías diarias necesarias para llevar una vida sana.

La FAO aseguró, además, que nueve de los 33 países de la región cuentan con una tasa de prevalencia de hambre inferior al cinco por ciento, mientras que en 16 la tasa es superior al 10 por ciento.

En su informe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2012, aparecen como las naciones más afectadas por ese flagelo Haití, con una prevalencia del 44,5 por ciento, Guatemala (30,4), Paraguay (25,5), Bolivia (24,1) y Nicaragua (20,1).

Mientras, Argentina, Chile, Cuba, México, Uruguay y Venezuela han logrado erradicar el hambre, según el informe. El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012, presentado en Santiago por el oficial jefe regional de la Fao, Adoniram Sánchez.

Durante la presentación del informe, el oficial de Políticas de la Oficina Regional de la FAO, Adoniram Sánchez, aseguró que la región se acerca al cumplimiento de la primera meta del Milenio, la de reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el número de personas con inseguridad alimentaria.

El reporte señala, además, que entre 2004 y 2006, la cantidad de hambrientos en América Latina alcanzaba los 54 millones de personas, y los registrados entre 2007 y 2009 ascendían 50 millones.

Los únicos países que han erradicado el hambre son Chile, Cuba, Uruguay y Venezuela.

Tales cifras muestran que aunque se mantiene una tendencia a seguir la disminución de las personas afectadas por el hambre, es notorio el lento ritmo hacia cantidades inferiores, debido a la falta de acceso a los alimentos por parte de un sector importante de la población, que no cuenta con ingresos suficientes para adquirirlos.

Hay que recordar que en este fenómeno incide el aumento de la demanda de alimentos, la producción de biocombustibles, que compiten con la producción de esos bienes primarios, y el cambio climático, por lo que aún uno de cada 10 latinos está en situación de extrema pobreza.

De ahí que para la Asociación Latinoamericana de Integración el principal problema al que se enfrenta Latinoamérica es la imposibilidad de acceso a los alimentos, por sus altos precios en el mercado internacional.

Ante ese reto el asesor principal de esa organización, Álvaro Ramos, recomienda "crear políticas conjuntas, de carácter regional, y convertir las estrategias nacionales en otras regionales".

En tal sentido sobresale la acogida y extensión de la iniciativa a nivel global Zero Hunger Challenge (Desafío Hambre Cero), para acabar con ese mal y garantizar que todas las personas tengan suficiente que comer, respetando los límites propios del planeta Tierra.

Caso Brasil

En el tema de Brasil caso es meritorio porque con su estrategia Hambre Cero ha logrado reducir la malnutrición infantil y ha sacado a millones de personas de la pobreza.

El gigante suramericano demuestra lo que es posible cuando un Gobierno tiene una visión y un compromiso de hacer de la lucha contra la pobreza su prioridad.

Hambre Cero transformó las vidas de millones de personas, rebajó espectacularmente los niveles de malnutrición infantil en casi dos tercios, y contribuyó a sacar de la pobreza a 28 millones de personas.

Con 49 iniciativas, dicho programa va desde la ayuda directa a las familias más pobres (a través de la tarjeta Bolsa Familia) hasta diversas estrategias como la creación de cisternas de agua en las áreas semi áridas de Brasil.

También la creación de restaurantes de bajo costo, la educación y sensibilización sobre hábitos alimenticios saludables, la distribución de suplementos vitamínicos y minerales y el apoyo a la agricultura familiar de subsistencia facilitando el acceso a microcrédito.

Por su eficacia, versiones del proyecto brasileño están hoy presentes en Guatemala, Honduras, Nicaragua, y otras naciones latinoamericanas, sobre la base de que el programa es responsable de cerca del 20 por ciento de la caída en la desigualdad en Brasil desde el año 2011.



Otro caso de estudio

Un ejemplo digno de imitar es Venezuela, donde el 98 por ciento de la población venezolana puede comer tres veces al día gracias al amplio acceso a los productos alimenticios, según datos del Ministerio para la Alimentación.

Desde 1999 en ese país se ha logrado incrementar en 80 por ciento el acceso a los alimentos y en 74 por ciento a los productos de la canasta básica, aunado al crecimiento exponencial de la producción.

Tales avances han sido posible por todas las políticas públicas del Estado venezolano, como la ampliación de las redes de distribución: Mercados de Alimentos (Mercal), Productora y Distribuidora de Alimentos S.A (Pdval) y Abastos Bicentenario, así como el programa de alimentación escolar.

Otro esfuerzo meritorio lo realiza Cuba, que como parte de las estrategias para lograr la soberanía alimentaria desarrolla un proceso de entrega de tierras para la producción de alimentos.

Al valorar tales acciones, la FAO considera que mientras en pleno siglo XXI se discute sobre cómo solucionar la pobreza extrema, la subnutrición y la desnutrición; Cuba ya venció esos males.

En tal sentido destaca que desde hace mucho tiempo, entre los 33 países de la región, esa isla caribeña erradicó la subnutrición, con indicadores impresionantes, ya que el problema fue tratado y priorizado pese al bloqueo económico, comercial y financiero decretado en su contra por Estados Unidos desde hace más de medio siglo. Este es un balance muy importante de analizar puesto que se pueden programar acciones.

Tales ejemplos demuestran que aun en tiempo de crisis y con voluntad política, flagelos como el hambre pueden bajar a límites extremos para salvar, al menos a una parte de la humanidad, de la muerte por falta de alimentos.

FAO apuesta a la agricultura

El sector agrícola mundial se enfrenta a dos desafíos. El más urgente es el de reducir este problema, que sigue siendo el número uno del mundo, de la inseguridad alimentaria.

Este concepto de inseguridad alimentaria es mucho más laxo y menos lacerante que el del hambre. Pero es importante porque, en primer lugar, es relevante para centenares de millones de personas. Y, en segundo lugar, hambrunas como las que hemos conocido en el siglo se producen con menos frecuencia.

La FAO afirmó que hay que invertir más y mejor en la agricultura es una de las maneras más eficaces para reducir el hambre y la pobreza y que es necesario diseñar nuevas estrategias de inversiones en el sector para lograr un futuro mejor.

En conferencia de prensa, el responsable de la FAO sostuvo que el desafío es enfocar las inversiones en áreas donde se obtengan resultados, y garantizar que éstas redunden en elevados beneficios económicos y sociales.

"La volatilidad actual de los precios de los alimentos, está afectando principalmente a los países pobres, y una de las principales causas de esta situación es que hemos sido negligentes en las inversiones en la agricultura durante la última década", dijo Graziano da Silva.

Según el informe, los agricultores de los países en desarrollo invierten 170.000 millones de dólares cada año en la agricultura, para un promedio de 150 dólares per cápita, cifra que es insuficiente.

En ese sentido, el texto señala que los gobiernos tienen la responsabilidad de ayudar a los pequeños agricultores a superar las limitaciones que enfrentan en la expansión de sus activos productivos.

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