La historia de SIMSA empieza con la de Simón Francisco Bedoya, cuando tenía 15 años, tras la muerte de su padre, con sólo una mochila con sus efectos personales, dejó Arequipa su ciudad natal con destino al lago Titicaca, eligido por sugerencia de un amigo. “Ahí podrás encontrar trabajo fácilmente, en el lado boliviano”, le dijo. Se estableció en Guaqui, Perú. Consiguió trabajo como ayudante de una agencia despachadora de aduana.
En SIMSA se recuerda que “madrugaba para contar los cajones de mercadería que descargaban sus compatriotas de las lentas y ventrudas barcazas. El penetrante frío de la zona le amorataba y entumecía sus manos, pero más era el afán de cumplir su deber lo que le mantenía activo. Le empezó a llamar la atención el volumen y el tipo de mercancías que pasaban por ese puerto, desde casimires ingleses hasta harina de trigo, que ingresaban a este país del que solo conocía la frontera. Ahí le surgió la idea de volverse comerciante y vender esos artículos en Bolivia. Lo primero que hizo fue comprarse un cuaderno y empezó a registrar todo, desde nombres apenas indescifrables, como eran los medicamentos, hasta las cantidades y marcas de las distintas harinas de trigo. Pidió permiso a sus jefes y viajó a conocer La Paz. Empezó poniendo una farmacia y trayendo ropa, lo que le convirtió en un próspero empresario”.
Investigó, indagó, hizo cálculos. Y el 12 de junio de 1931 creó la Sociedad Industrial Molinera SA, adquiriendo un pequeño molino argentino. “Tenía toda la ilusión de sembrar trigo en el altiplano, por lo que compró la hacienda de Achachicala en La Paz”, lugar donde actualmente se halla la fábrica de harinas y cereales.
Tres años después, compró a la firma alemana Schule la maquinaria para el montaje de una planta procesadora de avena. Así nació Avena Princesa, la planta industrial la estableció en Pura Pura, lugar en el que hoy se produce la avena en hojuelas.
SIMSA pasó por tres generaciones de la familia Bedoya. Hoy, su presidente es el nieto, Ignacio Bedoya, quien continúa con la tradición familiar bajo sistemas administrativos, de calidad y productivos. Un hecho relevante el 2003 fue obtener la certificación de la norma ISO 9001:2000 en todos su procesos. Con el apoyo de todo el personal, fue una de las industrias alimenticias pioneras en Bolivia en lograrlo.
Ahora cuenta con la Certificación de Producción Orgánica. Su laboratorio de Control de Calidad está en proceso de Acreditación Internacional bajo la norma ISO 17025, que reconocerá la confiabilidad de sus resultados a nivel internacional. Un comité interno de Desarrollo e Investigación de nuevos productos define los cuatro productos que se lanzarán al año.
“Se han pasado por épocas malas y buenas, en algún momento para pagar sueldos a sus trabajadores se tuvo que fabricar adobes y en la actualidad, también con la harina subvencionada, pone en serio peligro la estabilidad laboral de muchos trabajadores”, se enfatiza en la historia de SIMSA.
Su gerente, señala que dejaron de moler trigo; sólo se mantiene la harina Princesa. “Importamos trigo de Argentina, Estados unidos, Canadá y Europa; desde el 2008 la tonelada está en $us 500 y molerla significa sacar un saco de Bs 300 bolivianos. Emapa vende un saco en Bs 145. No podemos competir. Ahora estamos moliendo, todos los de la Asociación de Molineros, el trigo que importa la estatal Emapa. Por eso nos dedicamos a las otras líneas de cereales”, enfatizó Ruiz.
Sobre su fundación
1931
El 12 de junio de 1931, conforme el Testimonio Nº 196 se suscribió la Escritura Pública de Constitución. El 6 de julio del mismo año se emitió la Escritura Pública Nº 192 de Protocolización del Testimonio Nº 196 y documentos anexos (estatutos y otros).
Socios
La empresa la constituyen ocho personas, entre ellas Simón F. Bedoya, con capital social de 600 mil bolivianos. En la actualidad el capital social asciende a 13 millones de bolivianos.
‘Tenemos un índice de rotación bajo’
Henry Ruiz Weisser
Tenemos 58 empleados con un índice de rotación muy bajo; el promedio es de 10 años de antigüedad. Por ejemplo, el portero está en la planta desde finales de la década de los 70 del siglo pasado. Tratamos de promover una promoción interna. Usamos las capacitaciones externas en temas que van desde la mecánica, ventas, inocuidad alimentaria y otros dedicados a la producción de alimentos saludables.
En sus inicios, molían unas 10 toneladas por día y han debido trabajar unas 20 personas. En su historia, se han realizado planes de ampliación, renovación y modernización de la maquinaria.
Tenemos cuatro líneas de productos. La primera corresponde a las harinas de trigo, actividad con la que se inició; la capacidad es de 300 toneladas día de molienda. La segunda línea es la fábrica de avena Princesa, ubicada en Pura Pura con una capacidad de 20 toneladas día del grano de avena. Una tercera línea corresponde a la de cereales, ahí está el laminado de quinua que en su mayoría se exporta a Canadá. Y en la cuarta línea está la fabricación de cereales extraídos para niños. Las sopas instantáneas vamos a sacarlas al mercado.
En SIMSA nos especializamos en todo tipo de cereales y trabajamos en nuevos alimentos. Pronto, a fines de noviembre, estaremos lanzando al mercado la avena chía, este grano tiene bastante Omega 3, muy solicitado en la actualidad por sus beneficios para la salud humana.
Estoy en SIMSA desde el 2006 y puedo señalar que es una familia en la que todos los que trabajamos en la empresa tenemos un interés común: producir alimentos con alto valor agregado y contribuir a nuestra sociedad. En ese sentido, contamos con programas de Responsabilidad Social en temas de medio ambiente y uno que nos permite apoyar a señoras de bajos recursos que viven en este vecindario, Achachicala.