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Teresa Saavedra de Andrade, junto con su esposo, Ramiro Andrade, es pionera en Cochabamba en la apertura de un cementerio jardín: el Parque de las Memorias, inaugurado hace 28 años. Posteriormente, ella se especializó en Ciencias Mortuorias y en Administración en Servicios Exequiales, además de otros diplomados relacionados con el área.
Después de una larga carrera escalando cargos, ella ocupa ya seis años la presidencia de la Asociación Latinoamericana de Parques Cementerios y Servicios Exequiales (Alpar), y desde junio pasado se convirtió en la primera mujer, primera boliviana y primera latinoamericana en presidir Organización Mundial del Sector Funerario (FIAT-IFTA).
¿Cómo inicia su labor en un negocio tan atípico, como es el de los servicios funerarios?
Llevo trabajando 28 años en la industria de cementerios y funerarias. Un muy querido amigo (Jorge Garay) de mi esposo, falleció en un accidente aéreo hace 29 años. Trajeron sus restos de Tarija a Cochabamba. Lo enterraron en el Cementerio General. Pero ese hecho, al margen de la tristeza de perder un amigo, dejó a mi esposo profundamente impresionado. Hay que imaginar el Cementerio general hace 29 años. Él quería despedir a su amigo con mayor dignidad y en un entorno más amigable. Ahí la idea de inaugurar un cementerio, el Parque de las Memorias. 18 meses después, nuestro amigo fue la primera persona a quien trasladamos.
¿Cómo nació el concepto del cementerio jardín para Cochabamba?
En Latinoamérica prima el concepto de cementerio extramuro, fuera de la ciudad, pero en Estados Unidos y Canadá surge la idea de parques dentro de la ciudad, y también parques para los difuntos. Nosotros hemos contado con apoyo de expertos canadienses que nos han asesorado en todo, desde paisajismo hasta temas de salud. Paralelamente, existe una asociación de América Latina que agrupa a todas las empresas públicas y privadas que tengan relación con los servicios funerarios (Alpar).
¿Ellos les dieron las normativas?
Cumplimos una serie de normativas internacionales de funcionamiento. En el caso nuestro, hay muchos aspectos de la industria que no están debidamente regulados, pero nosotros como empresa cumplimos una normativa europea, en algunos casos con la europea, y en otros con la asiática, que son las más avanzadas de la industria. Cochabamba ha sido el primer departamento de Bolivia en contar con una reglamentación para tener cementerios privados.
¿A propósito de la inauguración del parque?
En realidad, fue una coincidencia interesante. Por todo ello, el parque de las Memorias ha sido declarado institución meritoria de Cochabamba. Tiene un premio arquitectónico. En un ranking que se hace entre los cementerios de América Latina ocupa el tercer lugar por su implementación detrás del Parque del Recuerdo de Chile y del Parque de las Flores en Guatemala.
¿Cómo lo ha tomado la sociedad cochabambina un tema que a veces suena a tabú?
Fue una novedad. Quizá es un tabú para hablarlo abiertamente, pero todos somos conscientes de dos cosas: primero, en algún momento de nuestras vidas hemos perdido a un ser querido, y segundo, un mal recuerdo de los cementerios: caos, tristeza, oscuridad, abandono, desaseo… Cuando de repente vemos un jardín lleno de flores, de luz y un arquitectura impecable, no desaparece el dolor, pero sí el miedo, y creo que da paz y por lo menos hay un ambiente que ayuda a llorar y recordar. La industria funeraria hace de la muerte algo más soportable. Además, hemos incursionado en dar soluciones a futuro. Hace 30 años, los expertos canadienses lo veían con pesimismo, creían que en la sociedad cochabambina no compraría algo que nunca quisiera usar. Los resultaron fueron totalmente opuestos a los estudios. Creo que la sociedad cochabambina ha cambiado.
¿Con cuántos espacios cuentan y qué porcentaje está ocupado actualmente?
Más que espacios, les llamamos soluciones porque están pensados en que necesitamos resolver un hecho. A través de los años, nos hemos dado cuenta de que las familias desean estar juntas, y también enterrase juntas. Por eso en la primera parte de nuestro programa calculamos tener capacidad de inhumación para unos 90 años. La segunda puede prolongarse más dependiendo si las familias quieren exhumar y disponer de espacios más chicos o enterar a perpetuidad.
¿Cuánto cuestan las soluciones?
Entre los 3.000 y los 6.000 dólares. Estos precios no dependen de los servicios, sino de las ubicaciones y espacios. Generalmente hay capacidad para nueve personas.
ASOCIACIONES INTERNACIONALES
Usted es actualmente presidenta de la Asociación Latinoamericana de Parques Cementerios y Servicios Exequiales (Alpar) y de la Organización Mundial del Sector Funerario (FIAT-IFTA), ¿qué implican para usted estas designaciones?
En el primer caso, son 24 países que toman parte, en el segundo, 91. Creo que lo más importante es que estamos reconocidos por la ONU y la Unesco. Hice carrera en ambas organizaciones, eso incluye una preparación constante, y soy la primera mujer y primera boliviana en presidirlas.
¿Qué representa para el país estas designaciones?
Muchas oportunidades. Como boliviana, me interesa que el país pueda acceder no sólo a conocimiento. Pretendo trabajar con entidades gubernamentales del país una reglamentación con la repatriación de restos humanos. Más allá del trabajo a primer nivel y el aspecto humano, tiene que ver con cumplir con las exigencias de turismo internacional. En la parte cultural, con la Unesco se está haciendo un trabajo de patrimonio funerario. El trabajo no es sólo preservar este patrimonio, sino también reglamentarlo sin que se altere este patrimonio o modificarlo tratando de hacer entender lo más posible por qué se lo hace. Por ejemplo, la comida y bebida en los cementerios en el Día de Difuntos.
¿Los fines son más culturales que económicos?
Son más culturales. Ambas son entidades sin fines de lucro, pero a partir de allí, los Gobiernos pueden sacar provecho, por ejemplo en el tema turístico.
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