"Se interesaron en nosotros porque en La Paz vendíamos el mismo volumen de tela que en África y Europa. Les explicamos que era porque para hacer una pollera se usaban hasta seis metros de tela y que desde febrero teníamos fiesta tras fiesta folklórica”, recuerda Egberto Tenorio.
Ese viaje fue determinante para los Tenorio-Calle, sobre todo para la madre, Emiliana Calle, quien dos años después, en 1999, decidió viajar a China con unas amigas guiada por una empresa chilena.
"Nos pareció una locura. Mi mamá no había terminado ni la primaria. La China era un mito para nosotros, pero ella fue”, dice.
En ese viaje Emiliana y sus compañeras pasaron prácticamente un mes encerradas en un hotel porque dependían de los traductores; además, en el país asiático era invierno.
"Mi mamá se dio modos y consiguió tarjetas de muchos proveedores y de un chino traductor. Regresó a Bolivia y contactamos a ese chino. En 2000 yo viajé con ella con las tarjetas, aprendimos las palabras clave en chino y allá se nos abrieron las puertas”, añade.
Al mismo tiempo, otros comerciantes de la Uyustus y de la Eloy Salmón que compraban sus productos en Iquique y Arica descubrieron que la meca del comercio era China.
Así, vendedores de juguetes, zapatillas deportivas, ropa para niños, telas y bisutería se embarcaron rumbo a Asia. Entre ellos estaba Natividad Saca, una comerciante de calcetines.
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