Una de las tendencias económicas regionales ha sido la de depreciar el tipo de cambio nominal para preservar la competitividad del sector manufacturero, en previsión al posible impacto negativo de la caída del precio de las materias primas; sin embargo, la política monetaria del país está “en contra ruta”, como señala un reciente informe de Milenio.
Milenio explica que uno de los principales indicadores de la economía es el tipo de cambio que, en Bolivia y en términos nominales, se ha mantenido constante desde finales del año 2011.
Sin embargo, hace notar que si se observa el tipo de cambio en términos reales la situación es dinámica, ya que el tipo de cambio real mide el valor de los bienes producidos en una economía en relación a los bienes producidos en el extranjero; mientras que el tipo de cambio nominal expresa el valor de una moneda en función de otra. Es por eso que el tipo de cambio real permite evaluar la competitividad de una economía en relación a la de sus socios comerciales.
A pesar de que la inflación en el país se ha mantenido en niveles relativamente bajos, el fijar el tipo de cambio nominal dio como resultado una continua apreciación del tipo de cambio real, lo que supone un grave problema para las exportaciones manufactureras al mismo tiempo que incentiva las importaciones.
Las cifras señalan que, mientras en el primer semestre del año la subregión ha optado por depreciar el tipo de cambio de real, ganando competitividad, en Bolivia se registró una apreciación real de 1,7 por ciento durante el mismo periodo, guardando una relación directa con la caída de la participación de las manufacturas sobre el total de las exportaciones.
Rodríguez, gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), explica que la política cambiaria del país optó por usar el tipo de cambio como una herramienta antiinflacionaria, pues para luchar contra la posibilidad de una inflación que menoscabe el poder adquisitivo, se prefirió un tipo de cambio fijo, a diferencia de lo que sucede en otros países en los que se deja flotar libremente al dólar o se administra su flotación. Así, en situaciones especiales, esas economías pueden encarecer o bajar su precio para darle competitividad a los bienes que producen.
En el caso de Brasil, Chile, Colombia y Perú, cuyas economías son las más integradas a circuitos financieros mundiales y en las que la volatilidad de la economía tiene más impacto, las perspectivas sobre la reducción de las materias primas y, por ende, de los recursos con los que contarán, hicieron que los factores que empujaron a la apreciación de sus monedas, hasta mediados de 2012, se atenúen y comience un proceso de depreciación nominal de sus tipos de cambio.
De esa manera, entre junio de 2012 y junio de 2013, esos países depreciaron sus monedas entre un 2,2 y un 9,4 por ciento. La depreciación más alta corresponde a Brasil y la más baja a Chile, y se debe a la necesidad de acumular reservas internacionales para desarrollar fortalezas ante posibles eventos negativos.
En términos del tipo de cambio real, los países que han ganado competitividad fueron Chile y Perú, lo que se explica por el control de la inflación que han logrado.
En el caso de Brasil, la situación es más compleja, pues la falta de reformas estructurales que reduzcan la exposición de esta economía a las fluctuaciones internacionales, junto con un continuo incremento de los salarios reales, determinaron que su tipo de cambio real se aprecie en 1,4 por ciento entre el primer trimestre de 2013 y similar periodo de 2012.
Rodríguez señala que la mejor medida es hacer un “mix” de las dos formas de uso de la política cambiaria, disminuyendo los costos de inversión y generando estímulos para alentar las exportaciones, como por ejemplo la otorgación de créditos blandos o apoyando externamente las promoción de las ofertas exportables a través de las legaciones diplomáticas.
Milenio apunta que si bien está claro que la competitividad depende de muchos factores más que el tipo de cambio , como la productividad de los trabajadores y la coordinación entre la inversión pública y privada por ejemplo, echar mano de la política cambiaria es uno de los factores más accesibles para quienes elaboran las políticas.
Según el informe del BCB, al cierre de 2012 la inflación anual alcanzó 4,5 por ciento, situándose dentro del rango de variación anunciado en los Informes de Política Monetaria (IPM) de enero de ese año, fijado entre 3,5 y 6,5 por ciento, y de julio del mismo año, fijado en 4,25 y 5,75 por ciento, y ligeramente por debajo de la proyección central del 5 por ciento de ambos informes.
Es el índice más bajo en 10 años
El Índice de Tipo de Cambio Real (ITCR), indicador que mide la competitividad cambiaria, sufrió una caída de 5 por ciento en abril pasado, con respecto al mismo periodo de 2012, ubicándose en 82,3 puntos, el nivel más bajo registrado en los realizados por el Centro Boliviano de Economía (Cebec), dependiente de la Cámara de Industria y Comercio (Cainco).
El estudio señala que el ITCR refleja la competitividad de un país respecto al comercio internacional, así, mientras menor sea el ITCR menor competitividad agregada tendrá una economía.
Para calcular el ITCR se toma como base la evolución del tipo de cambio nominal y la inflación, tanto local como internacional.
El estudio señala que, en el caso de Bolivia, el índice muestra una tendencia de largo plazo hacia la baja, lo que reflejaría un desalineamiento con el tipo de cambio nominal, tomando en cuenta que la moneda nacional se ha mantenido invariable desde noviembre de 2011 con un tipo de cambio de 6,96 bolivianos por dólar,.
Desde noviembre de 2011 hasta la fecha, varios países de la región, entre ellos Brasil, Chile, Colombia y Perú, depreciaron sus monedas frente al dólar en pos de ganar competitividad.
En un análisis con relación a lo que ocurre con los principales socios comerciales de Bolivia, la pérdida de competitividad cambiaria nacional está relacionada con Brasil, Argentina, Corea del Sur, Japón, la Unión Europea y EEUU, mientras que con los otros países Bolivia mantiene una ventaja competitiva cambiaria.
Ya en 2010, tras la decisión del Gobierno de apreciar el boliviano para afrontar la inflación, el entonces presidente de la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (Cadex), Ramiro Monje, manifestó que la medida afectaría las exportaciones no tradicionales y la producción nacional que debe competir con las importaciones de productos extranjeros.
La pérdida de competitividad cambiaria afecta al conjunto de la producción nacional, tanto a las exportaciones (sobre todo las no tradicionales) como a bienes orientados al mercado interno, pues en ambos casos se tiene que competir con los productos elaborados en otros países. A esto se añade la competencia desleal del contrabando, la restricción a las exportaciones y el desincentivo a la producción.
Así, se debe evaluar la política cambiaria o definir medidas que apoyen la producción nacional ante la pérdida de competitividad.
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