La cooperación apoyó en el fortalecimiento de la planta con un financiamiento para la compra de equipos, que permiten intensificar la producción y simplificar los procesos.
Según el responsable de la Dirección de Gestión Integral de Residuos Sólidos (GIRS) de Tiquipaya, Richard Orellana, la planta comenzó a funcionar en 2006, de manera artesanal, pues para lograr que los residuos sólidos se conviertan en compost se trabajaba con un mecanismo de aireación que era realizado cada semana por un grupo de seis obreras, que con pala en mano, volteaban los desechos para que pudieran descomponerse y transformarse en compost higienizado.
“Este proceso realizado del modo artesanal nos daba una producción de compost en aproximadamente seis meses, pues ese era el tiempo que tardaban los residuos sólidos en convertirse en tierra vegetal”, dijo Orellana. Pero, ahora con la incorporación de maquinaria el proceso se realiza en menos tiempo.
Con la ayuda de la cooperación catalana se incorporaron en la planta de abono un sistema de drenajes semisubterráneos y dos ventiladores especializados, que posibilitan que los mecanismos de aeración de los residuos sólidos se realicen sin necesidad de “voltear” las pilas en las que acopian estos desechos para lograr que se descompongan. “Los ventiladores funcionan automáticamente, brindando 10 minutos de aire por 15 minutos de descanso las 24 horas”, sostuvo el director de GIRS.
Esta ventilación artificial provoca que los residuos se descompongan en un lapso de cinco semanas, después esperan otras cinco para terminar de higienizar el compost. “Durante el proceso de aireación los residuos llegan a una temperatura de 70 grados centígrados, en la que se eliminan todas las bacterias y se destruyen todas las partículas, dejando solamente una tierra negrita, que es la tierra vegetal que se emplea para mejorar los cultivos”, explicó el encargado del GIRS.
El producto tiene dos calidades: el que está muy bien cernido y tiene un poco de material vegetal, que es más buscado por los productores agrícolas que tienen terrenos más grandes; y el de segunda calidad, que es utilizado por la Alcaldía de Tiquipaya para mejorar sus áreas verdes y también es comercializado entre la población interesada que llega hasta la zona y adquiere un metro cúbico de este compost (casi una tonelada) a un precio de 85 bolivianos. La fábrica ya cuenta con una buena cartera de clientes debido a la calidad agrícola de los terrenos en Tiquipaya.
Recientemente la Asamblea Departamental le recomendó al municipio de Tiquipaya que mejore su sistema de disposición final de residuos.
LA ELABORACIÓN DE FERTILIZANTES
Además de la fabricación de compost, la fábrica del municipio de Tiquipaya, que está asentada en el Parque Metropolitano de Khora, sobre una orilla del río del mismo nombre, también está produciendo uno de los mejores fertilizantes naturales, generados por la lombriz roja californiana, que se hallan en varias celdas comiéndose los desperdicios sólidos.
Según explicó el responsable de la Dirección de Gestión Integral de Residuos Sólidos del municipio de Tiquipaya, el proyecto empezó con tres kilos de lombrices, que tienen un costo de 35 dólares el kilo. Sin embargo, actualmente la cantidad se ha duplicado. “Ellas producen el fertilizante comiéndose los residuos sólidos en un lapso aproximado de seis meses”, dijo. El producto se vende por kilos.
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