Conocida mundialmente por su sabor, aroma y cuerpo, antes de llegar al paladar, la cerveza Paceña pasa por un proceso en el que la tecnología y la tradición se unen al capital humano.
Después de aprobar las medidas de seguridad acostumbradas, una nueva jornada laboral de ocho horas comienza en la CBN. En los vestidores cada trabajador se coloca el uniforme del área de producción, que consiste en un enterizo azul.
Al transitar al interior de esta factoría de la avenida Montes se nota la magnitud del movimiento diario de cientos de trabajadores.
En un ambiente con enorme maquinaria y en un trajín que parece coreografiado, las botellas de 620 cc de la cerveza Paceña van y vienen sobre transportadoras.
Un universo de botellas
Con protección auditiva, lentes especiales y otras medidas de seguridad que incluyen diferentes artículos -dependiendo de área de trabajo- las ocho horas de un turno comienzan en este enorme espacio, desde cuyos grandes ventanales se observa el movimiento en la avenida Montes.
Éste es un lugar al que muy pocas personas tienen acceso; tal vez sea por ello que provoca tanta curiosidad la idea nostálgica sobre los inicios de lo que hoy es la CBN. En 1877 fue fundada por Alexander Wolf con el nombre de “Wolf & Company”, que luego pasó a ser la Cervecería Americana y, finalmente, Cervecería Nacional, que fue la base de la actual Cervecería Boliviana Nacional (CBN), fundada el 20 de octubre de 1886 en la ciudad de La Paz.
El proceso de elaboración de cerveza comienza cuando ingresan las cajas con las botellas a una lavadora gigante, donde un inspector electrónico las selecciona, separando las defectuosas.
En tres turnos en los que trabajan 72 personas, parte del personal supervisa en pantallas digitales la calidad del producto, aunque casi todo lo que aquí sucede es controlado por computadoras. El sonido de las máquinas y las botellas no para nunca, ya que se produce contínuamente durante las 24 horas.
Mientas tanto, las botellas limpias y desinfectadas se llenan en otra máquina con la cantidad justa de cerveza y luego son tapadas. Esta bebida está pasteurizada para que el producto conserve todas sus cualidades y dure los seis meses establecidos por la marca.
Miguel Rengel ocupa el cargo de “llenador” y trabaja en la cervecería hace 18 años. Frente al monitor de la máquina revisa volúmenes y otros detalles. Por su mirada atenta transitan miles de botellas por hora. “Los operadores somos múltiples, estamos capacitados para manejar varias máquinas. Entonces, si ocurre una eventualidad podemos suplir a un compañero”, explica.
Las horas pasan y el turno cambia a otras personas que vuelven a ocupar sus lugares para participar en cada proceso.
El jefe de envasado y encargado del proceso de producción, Mauricio Gonzales, sostiene que tiene un trabajo gratificante y cuenta que una de las cosas que más curiosidad provoca en la gente es cómo se etiquetan las botellas.
“Tenemos una máquina especial para ello. En el proceso de lavado se retiran las viejas etiquetas de las botellas y al final ponemos las nuevas. Cada una es codificada, gracias a ello se puede saber la fecha en la que fue producida y qué insumos se utilizaron”, explica.
Después de ser etiquetados, los envases son trasladados a una máquina que los pone en cajas para que pasen al área de distribución. Desde ese momento, otro personal se hace cargo del transporte de las botellas que finalmente y después de unas horas están listas para llegar al público. En tanto, en otra parte del edificio existe otro espacio dedicado a la química y los ingredientes, una especie de alquimia de la cerveza.
La esencia de la cerveza
El maestro cervecero Jesús Cáceres trabaja como todos los días con los cuatro elementos que definen el espíritu de la cerveza: la cebada malteada, el agua, el lúpulo y la levadura, que hace el trabajo de fermentación. El aroma del mosto es mucho más fuerte en los ambientes del área de elaboración.
Allí, los cuatro ingredientes se procesan en tres pasos: cocimiento, fermentación y filtración.
“Lo que nos interesa es obtener el mosto para enviarlo el hervidor, donde se realizan otros procesos”, señala Cáceres, un hombre que todos los días prueba la malta, cerveza fermentada y filtrada para que la esencia de la Paceña no se pierda.
En su área de trabajo está rodeado de equipos, mientras sus operadores hacen los análisis y controles de cada parte del proceso, todo en un espacio muy parecido a un laboratorio: allí se reciben los granos de cebada y se forja el sabor de la cerveza. Según los operarios, un 99% de la producción es consumida en Bolivia.
Salir de la planta
En el área de logística existen dos destinos para la cerveza recién fabricada: una parte es trasladada a los camiones distribuidores, que luego la llevarán a las tiendas y supermercados, y otra se almacena en bodegas.
Una vez cargados, los camiones se dirigen a distintos puntos de distribución.
Una jornada de trabajo en la cervecería ha concluido, pero sólo hasta que las botellas vacías vuelvan a llegar y todo vuelva a empezar de nuevo.
“Para un productor de cerveza no existe sensación más enriquecedora que ver a alguien disfrutar de la bebida que uno ayuda a hacer todos los días”, dice Rengel.
Así, esta reconocida marca a nivel nacional y también fuera de nuestras fronteras lleva la espumosa bebida a cientos de miles de consumidores fanáticos de la cerveza, que los hay en todo el país.
Datos y detalles de la cervecería
Inicios Lo que hoy es la Cervecería Boliviana Nacional fue fundada en 1877 por Alexander Wolf, bajo el nombre de “Wolf & Company”.
CBN “Wolf & Company” pasó a ser la Cervecería Americana y, finalmente, Cervecería Nacional, que fue la base de la actual Cervecería Boliviana Nacional (CBN), fundada el 20 de octubre de 1886 en la ciudad de La Paz.
Producción La empresa opera seis plantas en todo el país. Sus principales productos de cerveza son Huari, Ducal, Bock y Paceña, esta última es su marca líder y se vende en Estados Unidos, España, Chile, Inglaterra, Japón, Australia y Suiza, según datos de la empresa.
“Para un productor de cerveza no existe sensación más enriquecedora que ver a alguien disfrutar de la bebida que uno ayuda a hacer todos los días”.
Miguel Rengel, empleado de la CBN
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