Si el aumento del gasto fiscal impide que la demanda agregada caiga y con ello la producción y el empleo, se habría conseguido el objetivo de impedir la recesión. Para ello el Estado tiene que prestarse los recursos de los ahorristas, para de esta manera impedir su atesoramiento.
Entonces, se cae en lo que se denomina déficit fiscal: los gobiernos gastan por encima del nivel de recaudaciones por impuestos. ¿Cómo lo hacen? Acudiendo al endeudamiento público, que gustosamente los ahorristas privados están dispuestos a financiar. El problema surge cuando la gente vuelve a gastar su dinero. Por tanto, la demanda se incrementa aún más, convirtiendo la fase de recesión económica en una de auge.
En este escenario, los ahorristas en lugar de volver a invertir sus recursos en nuevos proyectos empresariales prefieren seguir prestando al Estado, ya que estos préstamos son seguros. Además, estos préstamos denominados bonos, que se venden continuamente en las bolsas de valores, tienden a subir de precio por el continuo aumento de su demanda.
El aumento del gasto público, que debió ser circunstancial, se convierte en permanentemente creciente, con lo que endémicamente se tiene déficit fiscal lo que, a su vez, aumenta de forma continua la deuda pública.
Al incentivar a que el ahorro privado se dirija a financiar el gasto público se
desincentiva la creatividad empresarial y con ello el desarrollo económico. Es conocido que estos recursos bajo la administración del Estado no gozan del atributo de la eficiencia, presente entre los privados, porque ya no rige la competencia al momento de asignar los recursos ni el objetivo de rentabilidad. El continuo déficit fiscal con su correspondiente expansión de la deuda pública se denominó "trampa del estatismo”, porque, en definitiva, está impidiendo un mayor crecimiento económico. Es fácil caer en déficit fiscal, lo difícil es bajarlo.
El planteamiento keynesiano se impuso en el mundo después de la Gran Depresión económica de los años 30, que comenzó en EEUU y luego se difundió por todo el planeta. Hasta el día de hoy no hay consenso si la política fiscal expansiva impuesta en el mundo hubiese sido la respuesta adecuada para superar la gran depresión. Hay economistas que sostienen que la gran depresión fue superada sólo con el advenimiento de la dramática Segunda Guerra Mundial.
Pero quedó la creencia de que una buena política económica que impida las recesiones económicas y, por tanto, asegure la continua expansión de la producción debía ser acompañada con un creciente gasto público. Como no fue posible acompañar esto con un genuino financiamiento paralelo, con impuestos que recaigan sobre los ahorristas privados, los países incurrieron en déficit fiscal, lo que llevó a lo ya dicho: continuo endeudamiento público.
Hoy, el problema es el elevado nivel de deuda pública, principalmente en los países económicamente más desarrollados y, en particular, en los europeos. Cayeron en la "trampa del estatismo”. Y salir de esto implica las impopulares políticas de austeridad.
A partir de 2012, América Latina ingresó a un proceso de
desaceleración económica, luego de haber vivido un periodo expansivo, gracias a los buenos precios de las materias primas que la región exporta. Como esto se acabó, también se acabó el periodo de bonanza.
Bolivia es uno de los países que se destacó en este periodo porque sus tasas anuales de crecimiento económico se ubicaron entre las primeras de la región. Si se analizan los componentes de la demanda global interna se puede colegir que subió tanto el gasto privado, como el gasto público. De manera particular, hay que destacar que el gasto público fue muy fuerte en 2013 y 2014, lo cual se puede calificar de un "gasto procíclico”, que aceleró demasiado la economía y eso explica las altas tasas de crecimiento del 6,8% en 2013 y del 5,4% en 2014.
Desde el punto de vista estrictamente económico, este proceder no fue el adecuado. Se puede justificar un gasto público creciente cuando está flojo el gasto privado, siguiendo el razonamiento keynesiano, lo que no se dio en Bolivia. En economía cuando se refiere a gasto se engloba tanto el consumo como a la inversión.
Los gobiernos buscan administrar la demanda interna para impedir el auge o la recesión concentrándose en la pública. Si se reconoce que el país vivió un periodo de auge, impulsado por el gasto fiscal, no es aconsejable insistir en ese proceder. Lo razonable es reconocer que la economía se debe frenar, -como lo están haciendo los países de la región- y no continuar fomentando el auge, porque estamos cayendo en la "trampa del estatismo”.
*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.
Lo razonable es reconocer que la economía se debe frenar, -como lo están haciendo los países de la región- y no continuar fomentando el auge, porque estamos cayendo en la "trampa del estatismo”.
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