Por supuesto, los mercados emergentes han resistido desaceleraciones e incluso caídas anteriormente, y por lo general se han recuperado con fuerza.
Lo que es más inquietante sobre la coyuntura actual es que la dificultad para generar un fuerte crecimiento parece tanto estructural como cíclica, lo que sugiere que la expansión seguirá siendo modesta, incluso si la política doméstica se relaja y las condiciones externas se vuelven más favorables.
El crecimiento real se desacelera en los mercados emergentes. El seguimiento realizado por la consultoría Capital Economics sugiere que las economías emergentes se expanden a una tasa anual de menos del 4% por primera vez desde 2009, y previo a eso, por primera vez desde la recesión estadounidense y el incumplimiento de la deuda de Argentina de 2001.
Tampoco es un fenómeno puramente chino: otros grandes mercados emergentes también tienen dificultades para expandirse. Brasil continúa lidiando con una inflación por encima del objetivo, mientras intenta recuperar la credibilidad política.
Los problemas geopolíticos y la deuda de Rusia están reduciendo el crecimiento en la región de Europa Central y Oriental en su conjunto. Por supuesto, algo de esto refleja la reacción en cadena producida por la desaceleración china, pero eso simplemente recalca que las perspectivas de crecimiento a mediano plazo de muchos mercados emergentes son débiles y vulnerables a los choques financieros.
Dos episodios
Como señala Capital, las dos grandes desaceleraciones de crecimiento anteriores, en 2001-2002 y 2009, fueron sacudidas transitorias impulsadas por la demanda que crearon brechas de producción que se revirtieron con cierta rapidez una vez que se relajó la política y se recuperó la demanda mundial.
Esta vez hay menos evidencia de que haya suficiente déficit. El desempleo no aumentó demasiado en los mercados emergentes y aunque la inflación general cayó fuertemente durante el último año, debido a la baja del precio mundial del petróleo, las tasas de inflación básica en los mercados emergentes se movieron menos.
Por lo tanto, el potencial de flexibilización monetaria para compensar el impacto en varios mercados emergentes es limitado.
Para empezar con el mayor de todos, China comenzó a relajar la política monetaria en respuesta a su desaceleración. Pero está por ver cuánto esta medida logrará impulsar el crecimiento a mediano y corto plazos.
Los problemas estructurales chinos incluyen un masivo exceso de inversión y la resultante capacidad de exceso de oferta y el alto apalancamiento corporativo. Los tipos de interés más bajos contribuirán al desapalancamiento, pero también pueden empeorar el problema de exceso de capacidad.
Probablemente, la transición china de un modelo de crecimiento, impulsado por la inversión, a un modelo de crecimiento empujado por el consumo, tome mucho tiempo. Por el momento, los efectos de la desaceleración china ya se han extendido por el resto del mundo de los mercados emergentes: las exportaciones hacia China desde la mayoría de las economías emergentes se están contrayendo en términos de valor.
Pero incluso si la demanda china se recupera, el hecho de que una mayor parte de su cadena de suministro estará contenida dentro de su propia economía reducirá una fuente de demanda externa para otros mercados emergentes.
En otros lugares en el mundo de los mercados emergentes, las advertencias familiares aún predominan: que el crecimiento subyacente pareció perder velocidad hace varios años. Los esfuerzos por lograr mejoras estructurales para revertir el declive han sido débiles y esporádicos, y aunque repunte el ritmo de dichas reformas, la liberalización y otras medidas disruptivas tienden a ser contractivas a corto plazo.
Brasil sigue predicando con el mal ejemplo al haber fomentado deficiencias estructurales relacionadas con la oferta que impiden que las herramientas relacionadas con la demanda sean capaces de restaurar el crecimiento.
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