Aprovechó sus conocimientos sobre cerámica, adquirió algunas máquinas y fabricó otras de acuerdo a las necesidades que tenía en mente, y comenzó a ofrecer sus productos a pequeña escala para empresas mineras pequeñas que operan en la Villa Imperial.
Este emprendedor, entonces, instaló todo lo necesario para fabricar refractarios de cerámica -con materia prima nacional- para laboratorios de análisis de minerales, en especial oro y plata.
Pasó el tiempo y su negocio consiguió establecerse y gracias a ello Jorge dio sustento a su familia. Sus tres hijos conocían bien el negocio y sus gajes, sin embargo uno optó por estudiar contabilidad y otro se formó como chef; mientras que un tercero estudió ingeniería civil, quizás la más afín de las profesiones al negocio de Jorge.
Un nuevo comienzo
Hace tres años Jorge murió. Su taller, con aquellas máquinas que durante años fueron tan activas, su material y su personal, quedaron paralizados y durante varios meses sus hijos evitaron tomar decisiones sobre el legado industrial que dejó. Cuando pasó ya un año, los hijos, entre ellos Marcelo Rivera, el constructor civil, abrieron el debate sobre el futuro de la maquinaria y del taller. Las dos opciones eran poner todo a la venta o reactivar la pequeña fábrica.
El hijo contador administra su propio negocio, un comercio de instrumentos musicales, y el chef ejerce su profesión; la fabricación de refractarios no era de su interés. "Ninguno de mis hermanos quería seguir con el taller, se puede decir que yo tenía la carrera un poco más afín a lo que se hacía en el taller de mi papá”, narra Marcelo.
Quedó decidido que él pondría en marcha el taller. Sin embargo, a pesar de que todas la maquinarias aún estaban en poder de la familia, comenzar de nuevo implicaba no sólo acondicionar todo de nuevo, sino también abrirse el mercado que se había perdido durante el tiempo de cierre. Urgía un nuevo plan de negocios.
Plan de negocios
Para el reinicio Marcelo contrató a dos personas que trabajaran con él en el taller y comenzó con una producción de 3.000 piezas por mes, un número similar al que producía su padre en el pasado.
Pero, quería darle buen uso al taller que dejó su padre, pero además quería darle su propio toque y ampliar el mercado que en algún momento manejó su antecesor. En esa inquietud se informó de la convocatoria del Premio Emprendeideas, dirigido por la unidad de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de la Sociedad Boliviana de Cemento (Soboce).
Rivera postuló entre varios representantes de su departamento y, gracias al empeño que había puesto en reiniciar las actividades de Monkey Refractarios, su propuesta fue seleccionada como ganadora. Como resultado, Marcelo se ganó 5.000 dólares de capital semilla a una serie de capacitaciones donde, con el asesoramiento de profesionales especializados en creación de empresas y modelos de negocios, pudo organizar darle un enfoque empresarial completo a lo que era ahora su propio emprendimiento.
"Me entusiasmé con el concurso y aproveché todo lo que pude de lo que nos enseñaban; tuve muy buenos modulares”, asegura Marcelo Rivera. Con tanta información él sólo quería aplicar todos sus conocimientos en su empresa y comenzó a hacerlo. Sus meses de trasnoche pensando qué hacer para darle un mejor impulso a las operaciones del taller de a poco encontraron sosiego.
Con todo el know hout que consiguió al participar en el Emprendeideas pudo plantearse nuevas metas y analizar mejores mercados. Generó contactos e hizo interesantes ofertas a grandes empresas y cooperativas mineras que realizan sus actividades en el departamento de Potosí, puesto que estaba seguro de que sus productos tenían igual o mejor calidad que aquellos de importación.
Las operaciones del taller, que aún funciona en el sótano de su domicilio, se desarrollaban con total formalidad. Así logró ganarse la confianza de sus principales contratantes y ampliar el espectro de sus servicios, al punto que subió la cantidad de mano de obra empleada; hoy trabajan con él al menos seis personas.
En la actualidad la producción de Monkey Refractarios alcanza un tope mensual de hasta 6.000 piezas por mes. Pero Marcelo Rivera busca más crecimiento; sostiene: "siempre creí que hay que dar empleo a mano de obra boliviana; mi objetivo es desplazar los productos extranjeros porque sé que los míos pueden competir con ellos”. Para él, su principal mercado son las grandes empresas, varias de las cuales dejaron de comprar productos de otros países tras convencer de la calidad de Monkey Refractarios.
Los precios de sus productos están por debajo de los importados de Brasil o Perú. Por ejemplo, piezas que cuestan un dólar si son de importación son vendidas por la empresa de Rivera a no más de cinco bolivianos.
Por ello, invirtió el dinero del premio que ganó en más maquinarias, todas de creación propia, para aumentar su capacidad de producción a 10.000 piezas mensuales, todas hechas con 70% materia prima nacional y un 30% de importación. Asimismo, comenzó a producir hornos para tratamiento de oro y plata.
Monkey Refractarios está en la calle G. Pacheco, esquina Mario Chacón, zona Alto Bracamontes, en la ciudad de Potosí. Sus teléfonos son 2-6242381 y 72438625.
6.000 piezaspara laboratorio de minerales por mes son elaboradas por la empresa potosina Monkey Refractarios.
"Mi objetivo es desplazar los productos extranjeros porque sé que los míos pueden competir con ellos”.
Marcelo Rivera, gerente de Monkey Refractarios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario