Aunque todos ellos consideran justa la demanda marítima, ven innegable que entre ambos mercados existe una complementariedad económica que no ha podido explotarse, sobre todo por falta de voluntad política.
“Bolivia tiene los recursos que a Chile le faltan y Chile tiene los mercados que a Bolivia le faltan”, dice el gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, para ilustrar el hecho.
Uno de los ejemplos más recientes de las oportunidades de interacción que existen entre ambos países es el proyecto presentado en febrero pasado por la minera estatal chilena Corporación Nacional del Cobre (Codelco), la mayor productora mundial de cobre, que tiene proyectada una termoeléctrica de ciclo combinado a gas, con una inversión de 758 millones de dólares, a ser emplazada en el norte chileno y busca que la construcción de la planta esté a cargo de las mismas empresas que generarán la energía, en este caso el gas, para suministrarla a los yacimientos de la zona.
Para el especialista en hidrocarburos Bernardo Prado, la necesidad que Chile tiene del gas natural boliviano no es una novedad. Explica que Chile tiene una planta regasificadora en Mejillones (para convertir de nuevo a su estado gaseoso el Gas Natural Licuado (GNL) que importa por barco) y tiene proyectada otra planta más.
“Por un lado, el GNL que importa por barco es más caro de lo que podría costarle el gas boliviano que llegaría por Argentina a través del gasoducto del Pacífico. Si Chile pudiera comprar gas boliviano, lo haría; pero el tema es netamente económico”, señala.
Prado recuerda que el interés de Chile por el gas boliviano fue manifestado por la empresa privada chilena, hace tres años, en el marco de la Feria Internacional del Gas (Figas) 2010.
Aquella vez, participó Gas Atacama, empresa de capitales 100 por ciento privados y dueña de un ducto de 1.165 kilómetros de longitud, cuya cabecera se encuentra a tan sólo 96 kilómetros de la frontera boliviana y cuya principal función es la de transportar gas natural desde el norte argentino hasta el puerto chileno de Mejillones.
Gas Atacama también es dueña de “Central Atacama”, la planta más importante de Chile para la generación de energía eléctrica a partir del gas natural, con una capacidad de 740 megavatios destinados a iluminar todas las ciudades del norte chileno y para abastecer con electricidad a las principales compañías dedicadas al negocio minero del cobre en esa región, de acuerdo con los datos brindados por Prado.
El gerente general de Gas Atacama, Rudolf Araneda, fue “claro, directo y sincero”, según Prado, al señalar que para continuar en el negocio del gas, su empresa necesitaba asociarse con urgencia con un “proveedor de gas natural serio y confiable”.
Dos años después y ante la falta de disposición para llegar a un acuerdo que permita la llegada del gas boliviano a Chile, la empresa adjudicó la instalación de “un terminal flotante de regasificación y almacenamiento de GNL por 350 millones de dólares para abastecer de energía al pujante negocio minero de la región”, reportaba el sitio HidrocarburosBolivia.com.
Más allá del gas
Además del gas, Prado señala que hay una serie de factores más que podrían favorecer los intereses comerciales de Bolivia, ya que Chile, al ser una puerta al mundo a través del Pacífico, también podría permitir que Bolivia exporte gas por barco.
Rodríguez coincide con Prado sobre la gran oportunidad comercial que supone Chile, un gran comprador con más de 70.000 millones de dólares en 2012, el mayor ingreso per cápita de Sudamérica y el mayor indicador de desarrollo humano, cuyo éxito se basa en políticas de Estado de largo plazo y en una activa promoción de su aparato productivo.
En contraposición, Bolivia no le vende a Chile ni 0,5 por ciento de lo que ese país le compra al mundo y las oportunidades, según Rodríguez, van mucho más allá del gas.
Explica que si ambos gobiernos decidieran promover el comercio bilateral, las maderas “duras” o tropicales de Bolivia serían una buena opción para Chile, que carece de especies tropicales como la mara, el cedro o el roble; también podría abastecerse de carne si aceptara comprarla certificada de zonas libres de aftosa en el país; y también sería un gran comprador de textiles, sobre todo para abastecer el norte chileno con ropa de trabajo y tejidos.
“Si se consideraran las necesidades de la población por encima de otras consideraciones, se podrían despertar importantes líneas de exportación”, señala, aunque hace notar que esos esfuerzos no deben ser sólo públicos, sino ir acompañados del apoyo del sector privado.
El gerente técnico de la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (Cadex), Osvaldo Barriga, añade que lo que se podría aprovechar son los encadenamientos productivos, que son las asociaciones entre empresarios de ambos países, y como ejemplo explica que las maderas bolivianas podrían convertirse en muebles, en Chile, y venderse al otro lado del mar, donde ese país tiene Tratados de Libre Comercio (TLC) con varias potencias mundiales.
Falta de promoción
Para Barriga, a pesar de la vigencia del Acuerdo de Complementariedad Económica Nº 22, Chile “es un mercado desaprovechado” y eso se debe, según el ejecutivo del Centro Boliviano de Economía (Cebec) de la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, José Alberti, a la falta de promoción e impulso de parte del Estado.
Alberti hace notar que el presupuesto de Pro Chile, el programa de fomento a las exportaciones chilenas, es 100 veces mayor al que tiene Promueve Bolivia, su similar en el país. “Eso nos dice cuánta importancia se le da a la promoción”, añade.
También apunta que faltan esfuerzos conjuntos ya que si bien hay esfuerzos privados, no son suficientes y el concurso del Estado es importante para promover las exportaciones, el comercio, el turismo y las inversiones.
Concuerda con Barriga y Rodríguez en que la mejor opción es el encadenamiento productivo, considerando la reducida canasta exportadora de Bolivia.
Así, además de carne, maderas y textiles, el país podría desarrollar la agroindustria, pues Chile es un buen mercado para la soya, el girasol y sus derivados, el azúcar, el maíz, el sorgo o el palmito, como también transformar cuero en calzados para comercializarlos en la Unión Europea o “pepas” de plata y oro para manufacturarlas.
“El tema marítimo es importante, pero hay que dar de comer al boliviano común y el comercio es un campo de ida y vuelta donde todos ganan”, apunta Alberti.
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