Los troncos son traídos de las poblaciones de Inquisivi y Quime, ambas en la provincia Inquisivi de La Paz. Son internados a la ciudad de El Alto en camiones, algunos de los cuales son alquilados y otros de propiedad de los mismos vendedores de troncas.
Estos palos ofrecidos a la intemperie son utilizados, principalmente, como puntales en las construcciones de edificios o viviendas, o como leña en los hornitos de adobe, que abundan en la carretera a Viacha, o en otro tipo de actividades.
Los 13 lugares de venta de estos pedazos de eucalipto y chima, dos variedades abundantes en aquellas poblaciones, están distribuidos en las avenidas 6 de Marzo, Juan Pablo II, en las carreteras a Viacha, Copacabana y Laja. También se los ve en el cruce a Villa Adela, en Ventilla y en la Zona Franca. Los palos se exhiben, además, en el Puente Vela, en las avenida San Martín y Tiwanaku y en la ex tranca de Senkata.
Según la Dirección de Recaudaciones, ninguno de estos prósperos negocios cuenta con licencia de funcionamiento. Cuando La Razón se acercó a estos lugares y preguntó a sus propietarios acerca de sus permisos, ellos reaccionaron con agresividad y cortaron la entrevista.
La carga. Entre las 05.00 y las 07.00 de cada día, de acuerdo con el relato de los comerciantes de troncas, la carga de palos llega a los puntos de venta procedente de las poblaciones de Quime o Inquisivi, donde abundan las plantaciones de eucalipto y chima que son taladas.
La mercadería es apilada a la intemperie en esos 13 puntos de acopio y de venta. Las montañas que se forman con los troncos llegan hasta los seis metros de alto, hasta donde se trepan los vendedores para retirar el material escogido por los interesados.
Al lado de las pilas se puede apreciar leña, escaleras de eucalipto y casas para perros.
Las escalinatas se venden entre 100 y 150 bolivianos, dependiendo del tamaño. “Las más baratas son las de tres metros, las más altas son de seis, pero a veces nos piden de diez para sus trabajos de albañilería”, explicó Sofía Bengolea, una de las vendedoras.
Estos mismos troncos son trozados con hacha para venderlos como leña. Cada montón cuesta cinco bolivianos. También se puede encontrar carbón, que es fabricado por los mismos vendedores en esos puestos al aire libre. El material negro se lleva para parrilladas o sahumerios. Cada bolsa se vende a ocho bolivianos.
Los comerciantes, que en su mayoría son mujeres, comentaron que incluso los palos se llevan para ser utilizados como mesas en los restaurantes.
Cuando este negocio comenzó, allá por 1989, cuentan las vendedoras y algunos trabajadores, los puestos de venta eran pequeños pues sólo ofrecían leña.
Pero con el paso del tiempo y el crecimiento de la ciudad también se agrandó este negocio, pues aumentó la demanda de puntales para las construcciones.
“Los troncos que se llevan sirven de puntales para hacer vaciados de loza, para sostener la estructura que se está construyendo”, explicó Víctor Ch., vendedor en el sector norte de la urbe.
Mercado. Otro uso común de estos retazos de eucalipto y chima se da en la fabricación de toldos para las vendedoras de los mercados e, incluso, para puestos permanentes, especialmente en sitios alejados del centro alteño.
En la zona 25 de Julio, Severa Mamani, una vendedora de verduras, enfatizó en este uso. “Mi esposo lo ha construido con palos, así se sostiene mejor, encima le ponemos plástico o tela, depende cómo esté el clima”.
Aldo Jiménez, un comprador de troncas, alertó sobre la prosperidad de estos negocios. “Se puede ver el crecimiento hacia arriba, literalmente, ahora se ven como si fueran bloques de madera puestas unas sobre otras”.
El lugar de mayor bonanza es el que está ubicado detrás del aeropuerto, en la denominada curva San Pablo, y en la carretera a Viacha, donde hay familias íntegras que se dedican a comercializar el producto. Allí los palos apilados llegan hasta una altura similar a tres pisos de una vivienda, es decir, más de seis metros. En los demás lugares, los promontorios son de hasta tres metros de alto.
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