El movimiento en el Eli’s transcurre como todos los días, idas y venidas de platillos, helados y cafés. Quien alguna vez fue a este restaurante hace más de quince años tal vez recuerde cómo Sojka se sentaba estratégicamente en la más pequeña de las mesas, ubicada frente a la caja y al acceso de la cocina, desde donde salían los platillos para observar cada detalle de la atención y cómo se tomaba su tiempo para hablar con muchos de sus clientes. Su hijo, Peter, recuerda que así fue como su padre conoció a su esposa y cómo hizo varios de los amigos más importantes de su vida en ese lugar.
Huyendo de Alemania
Cuando Harry Sojka tenía 14 años llegó a Bolivia junto a su padrastro Leo Nothmann, su hermano y otros familiares desde Alemania, faltando pocos meses para que estallara la Segunda Guerra Mundial. Por esos años, la persecución a los judíos era implacable y varios de sus familiares habían estado en campos de concentración.
Antes de abrir la confitería, en 1942, y en inmediaciones del cine Monje Campero -lugar en donde permanece hasta hoy una de sus sucursales- vendía los pasteles alemanes que su madre preparaba y le enseñó las recetas.
“Mi padre vivió varios años en Estados Unidos, donde se casó y mis hermanos y yo nacimos. Compró la confitería en 1972” cuenta Peter, quien hoy está al frente del restaurante y de la cadena de pizzerías que Eli’s abrió en varias ciudades del país.
Peter Sojka recuerda que era un hombre interesado en los negocios, tal vez por ello realizó un centenar de emprendimientos durante su vida. Pero aun más interesado estaba en conocer a las personas y apoyar a quienes deseaban superarse, estudiar o abrir algún negocio.
Muchas de esas personas fueron sus propios trabajadores, con quienes formó grandes amistades, como Margarita Gareca y el inolvidable Max Villegas, mesero del local desde sus inicios y que conoció e hizo amistad con el Che Guevara en la confitería.
Sencillez antes todo
“Mi padre fue un hombre muy sencillo; no le gustaban los lujos sino los pequeños placeres de la vida como disfrutar de una buena comida”, rememora Peter.
La trabajadora más antigua de Eli’s, con 57 años de servicio, es Doña Margarita. Aún es posible encontrarla en las tardes atendiendo amablemente a los clientes. Esta mujer trabajó desde los 15 años con los padres de Harry Sojka y posteriormente con él. “Era muy alegre siempre, contaba chistes, atendía las mesas conmigo. Realmente es una pérdida muy grande la que sentimos, pero lo recordamos haciendo lo que nos enseñó: atender a los clientes de la mejor forma posible”, dice.
El actual socio de tres restaurantes Eli’s en Santa Cruz, Elías Gómez, comenzó a trabajar en La Paz en 1983 como mesero. Tenía una memoria envidiable y era muy dedicado en su trabajo y poco a poco se ganó la confianza de Sojka, quien le hizo conocer varios países gracias a su trabajo. Reconoce que aprendió mucho de Harry y que cuando comenzó a trabajar las personas hacían fila para comer en el restaurante. “Fue una persona muy clara en su visión para los negocios. No era del tipo de jefe que te mandaba a hacer las cosas; te enseñaba, las hacía contigo como un maestro. Estaba lleno de sabiduría” recuerda.
La memoria
Uno de los clientes asiduos desde hace décadas del restaurante Eli’s es el periodista y escritor José Luis Cueto, quien recuerda que una época la comida preparada que no se llegaba a vender se regalaba a las personas indigentes, pues a Sojka le gustaba ayudar a quien podía.
“Era un gran amigo y una persona que te saludaba, se acercaba a tu mesa. Yo diría que es uno de los locales más antiguos de La Paz que tiene ese aire de mitad del siglo XX en los que se hacían tertulias de intelectuales”, cuenta.
Harry Sojka ya no está más sentado en su tradicional mesa acompañado de un café con licor de anís o leyendo el New York Times, o invitando a algún niño un postre o un helado, pero el movimiento en Eli’s sigue como todos los días. Quienes lo conocieron mantienen vivo el recuerdo de su calidez.
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