Tiene varios nombres. Fue llamado jipijapa, a partir del nombre de la pequeña ciudad ecuatoriana de Jipijapa en la provincia de Manabí que se suponía era su origen tradicional, o montecristi, un nombre que todavía se encuentra entre los especialistas de los panamás de calidad.
Cerca de 500.000 sombreros salen anualmente de Cuenca, donde los artesanos ecuatorianos empezaron a exportar esta prenda en el siglo XIX.
Entonces, los sombreros cruzaban a caballo o en burro El Cajas, un macizo andino de unos cuatro mil metros de altura, hacia la ciudad costera de Guayaquil, en el Pacífico, para partir rumbo a Panamá, explicó a EFE Alicia Ortega, presidenta de una empresa familiar que lleva elaborando 120 años esta prenda, de las que exporta 216.000 unidades anualmente a 28 países, principalmente de América.
“Nunca un sombrero es igual a otro, porque son hechos a mano”, indicó la directiva de Homero Ortega e hijos, quien destacó la dificultad de su confección, que puede tardar unos días o meses, dependiendo del modelo. La paja toquilla sale de una planta parecida a una palma, de clima húmedo y tropical, que se encuentra en la costa ecuatoriana.
Los costeños deshilan pacientemente las hojas y luego cocinan las fibras con azufre, para que queden blancas, blandas y aptas para manipularse, tras lo cual se transportan a Cuenca.
Tejedoras. Posteriormente, relató Ortega, se distribuye el material a los tejedores, para los que esa actividad complementa “a la agricultura y a los quehaceres domésticos” al aportarles ingresos adicionales. Por eso, si uno pasea por Cuenca o sus alrededores no es extraño ver a mujeres sentadas en las puertas de sus casas hilando con tranquilidad estos sombreros.
Normalmente visten camisa blanca, falda de un solo color, pero llamativo, como rojo, verde o púrpura, y en la cabeza nunca les falta su propio sombrero de paja toquilla, que recuerda el origen de esta prenda.
El remate de los gorros se hace en la fábrica, donde se tiñen, planchan, da la forma y se decoran, hasta dejarlos listos para la venta. Según Ortega, el 95% del producto sale de Ecuador para coronar las cabezas de personas de países tan lejanos como Kazajistán, Turquía, Siria, Japón, China, Australia, Italia, Alemania o España.
El 98% de los sombreros de Ecuador se elabora en Cuenca, mientras que el resto proviene principalmente de Montecristi, una localidad costera que vio nacer al líder del liberalismo en el país, Eloy Alfaro, quien tomó las riendas de la empresa de sombreros de su padre, el español Manuel Alfaro.
Según Ortega, la irrupción de China en el mercado ha causado “estragos” en la industria ecuatoriana, pues produce imitaciones más baratas, pero su empresa familiar ha dejado volar la imaginación y ha sabido renovarse.
Ahora la paja toquilla no sólo da vida a una infinidad de sombreros y pamelas diferentes, sino que también se transforma en elegantes ramos de flores, bolsos de moda, monederos o hasta en un espectacular vestido de novia.
Tal vez uno de los secretos de esta empresa para adaptarse a los nuevos tiempos y permanecer en el mercado sea que la sabiduría y la técnica para elaborar los sombreros se ha transmitido de padres a hijos. “Ya vamos por la quinta generación”, dijo Ortega, quien confesó que su hija confecciona los diseños de los nuevos productos.
A la lista de patrimonio cultural inmaterial
El Gobierno de Ecuador va a proponer que el sombrero Panamá, considerado como el más fino del mundo en su estilo, pueda ser incluido en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, se lee en el sitio web www.expreso.info/es. Gabriela Eljuri, la directora del Instituto de Patrimonio del Austro, ha manifestado que ‘creemos que un reconocimiento a nivel internacional va a contribuir, y en mucho, a que se conozca que el sombrero fino de paja toquilla se hace en Ecuador’.
Por parte del Instituto de Patrimonio Cultural, Santiago Ordóñez manifestó que una distinción del Fondo de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) impulsará las ventas del accesorio y el turismo en Ecuador. El 2010 la exportación de sombreros ascendió a 10,2 millones de dólares y entre los meses de enero y junio del 2011 alcanzaban a 7,7 millones de dólares, según se afirma desde el Banco Central de Ecuador.
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