domingo, 14 de febrero de 2010

Magnus crea vinos de guarda que unen tradición e innovación

“Cada añada es la pintura de un paisaje distinto, que cuenta con colores, sabores y aromas únicos que hay que poder combinar para lograr la comunión ideal… la zona, el suelo, el agua, el clima, la vid y el cultivo, para llegar a la cosecha y terminar nuestro arte..., un buen vino” de la Bodega Magnus.

Así califica Liz Arancibia Magnus al vino de guarda que elabora con innovación tecnológica. La idea de hacer vinos de altura, dice, es una tradición en las familias Magnus y Zambrana desde principios del siglo pasado, en Tarija.

Carlos Magnus Hornschuh era un ingeniero cervecero alemán que llegó a Bolivia luego de la Primera Guerra Mundial.

En una publicación del periódico tarijeño de 1932, La Opinión, queda el recuerdo del primer anuncio publicitario: “Vinos Magnus. Los mejores que se elaboran en Tarija. No deben faltar en los grandes banquetes. Ni en ninguna de las casas particulares. Después de una buena comida, ayuda a la digestión y restaura las fuerzas. Garantizada la legitimidad por análisis químico. Precios módicos.”

La bodega se encontraba en la Loma de San Juan, “donde se fundó Tarija”.

En esa misma década, desde 1935, la familia Zambrana producía vinos y singanis en el Valle de Concepción.

“Por eso, siempre decimos que ambos hemos recuperado nuestra historia y nuestra tradición vitivinícola”, expresa Liz Arancibia que, junto a su esposo Ernesto Magnus, decidió afirmar sus raíces y dar continuidad a la Bodega Magnus.

Crear un vino de guarda fue el concepto que los llevó a invertir en una moderna bodega, instalada con maquinaria italiana y argentina. Fue en el 2003 que su primera cosecha fue pensada para llegar al mercado el 4 de julio del 2006. Fue una producción limitada de 3.000 botellas. Agotada.

Un vino de guarda o de crianza tiene un mínimo de dos años de añejamiento; el proceso permite que sea conservado y por varios años.

“Estamos convencidos de que nuestros vinos no sólo deben ser complejos y únicos, sino también transmitir la pasión, la fuerza y el espíritu de nuestra tierra”, aseguró. Esa promesa tuvo un reconocimiento. Obtuvieron la medalla del Vinandino 2007 con su vino Cabernet Sauvignon 2004. “Un premio a nuestra dedicación”.

Sus viñedos se hallan en el Valle Concepción y en las zonas de Santa Ana y Torrecillas. En esta última se halla la bodega.

Producen las variedades de uva Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah. Las eligieron porque se han adaptado muy bien a la tierra tarijeña. Sus características enológicas son complejas, que a la hora de elaborar vinos varietales de guarda son imprescindibles. “Complejidad para que los vinos mantengan y, me atrevo a decir, que incluso mejoren con el tiempo”, subraya.

¿Cuál es la característica de sus vinos? “Desde su etiqueta, cada botella es una promesa. Es la complicidad con el tiempo. Para que esa promesa se cumpla, el vino debe sumar aliados: la crianza y la guarda”.

En el proceso de crianza buscan transformaciones: complejidad de aromas y sabores, redondez de taninos y estructura más armoniosa.

“Sólo producimos vinos de guarda que estamos seguros marcan una diferencia más, son estabilizados año tras año sin transformaciones bruscas, ni físicas ni químicas, sólo tiempo… nuestro gran secreto”, señala desde la bodega donde las botellas de vino esperan su turno en la oscuridad y a una temperatura adecuada.

Su producción es limitada, entre 4.000 y 5.000 botellas que se comercializan en restaurantes y tiendas especializadas en las principales ciudades capitales de Bolivia. “Y al consumidor directo, pues nuestro mejor cliente es aquel que nos compró... volvió por más y trajo algún amigo”.

Arancibia señaló que entre el trabajo en la bodega y los viñedos, se suman 12 personas a la actividad familiar. Son empleos directos.

4.500 botellas
Reserva limitada que obtuvo medalla de plata en VinAndino 2007.

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